Página 436 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 56—Instruídos en la ley de Dios
Este capítulo está basado en Nehemías 8, 9, y 10.
Era el tiempo de la fiesta de las trompetas. Muchos estaban
congregados en Jerusalén. La escena encerraba un triste interés. El
muro de Jerusalén había sido reedificado y se habían colocado las
puertas; pero gran parte de la ciudad estaba todavía en ruinas.
En una plataforma de madera, erigida en una de las calles más
anchas y rodeada en todas las direcciones por los tristes recuerdos
de la gloria que se había desvanecido de Judá, se encontraba Esdras,
ahora anciano. A su mano derecha y a su izquierda estaban reunidos
sus hermanos los levitas. Mirando hacia abajo desde la plataforma,
sus ojos recorrían un mar de cabezas. De toda la región circundante
se habían reunido los hijos del pacto. “Bendijo entonces Esdras
a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió, ¡Amén! ... Y
humilláronse, y adoraron a Jehová inclinados a tierra.”
Sin embargo, allí mismo se notaban evidencias del pecado de
Israel. Los casamientos mixtos del pueblo con otras naciones habían
contribuído a la corrupción del idioma hebreo, y los que hablaban
necesitaban poner mucho cuidado para explicar la ley en el lenguaje
del pueblo, a fin de que todos la comprendiesen. Algunos de los sa-
cerdotes y levitas cooperaban con Esdras para explicar los principios
de la ley. “Leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían
el sentido, de modo que entendiesen la lectura.”
“Los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.”
Escuchaban con reverencia las palabras del Altísimo. Al serles ex-
plicada la ley, se quedaron convencidos de su culpabilidad y lloraron
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por sus transgresiones. Pero era un día de fiesta y regocijo, una santa
convocación. El Señor había mandado al pueblo que observara ese
día con gozo y alegría; y en vista de esto se les pidió que refrenasen
su pesar y que se regocijasen por la gran misericordia de Dios hacia
ellos. Nehemías dijo: “Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os
entristezcáis, ni lloréis... Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y
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