Una reforma
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en el servicio del templo, al no recibir suficiente sustento, habían
dejado la obra de Dios para trabajar en otra parte.
Nehemías se puso a corregir esos abusos. Reunió a los que habían
abandonado el servicio de la casa de Jehová, y los puso “en su lugar.”
Esto inspiró confianza al pueblo “y todo Judá trajo el diezmo del
grano, del vino y del aceite.” Hombres “que eran tenidos por fieles”
fueron puestos “por superintendentes de los almacenes,” “y era de
su obligación repartir a sus hermanos.” (V.M.)
Otro resultado de las relaciones con los idólatras era el desprecio
en que se tenía al sábado, o sea la señal que distinguía a los israelitas
de todas las demás naciones como adoradores del Dios verdadero.
Nehemías comprobó que los mercaderes y traficantes paganos de
la comarca venían a Jerusalén y habían inducido a muchos de los
israelitas a comerciar en sábado. A algunos no los habían podido
persuadir a sacrificar sus principios; pero otros habían transgredido
y participado con los paganos en los esfuerzos de éstos para vencer
los escrúpulos de los más concienzudos. Muchos se atrevían a violar
abiertamente el sábado. Nehemías escribe: “En aquellos días ví en
Judá algunos que pisaban en lagares el sábado, y que acarreaban
haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos,
y toda suerte de carga, y traían a Jerusalem en día de sábado. ...
También estaban en ella Tirios que traían pescado y toda mercadería,
y vendían en sábado a los hijos de Judá.”
Estas condiciones podrían haberse evitado si los gobernantes
hubiesen ejercido su autoridad; pero el deseo de fomentar sus propios
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intereses los habían inducido a favorecer a los impíos. Nehemías
los reprendió intrépidamente por haber descuidado su deber. Les
preguntó severamente: “¿Qué mala cosa es ésta que vosotros hacéis,
profanando así el día del sábado? ¿No hicieron así vuestros padres, y
trajo nuestro Dios sobre nosotros todo este mal, y sobre esta ciudad?
¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el sábado?” Luego
ordenó que “se cerrasen las puertas” “cuando iba oscureciendo ...
antes del sábado,” y que no se volviesen a abrir “hasta después del
sábado.” Y teniendo más confianza en sus propios criados que en
aquellos a quienes pudieran designar los magistrados de Jerusalén,
los puso al lado de las puertas para que hiciesen cumplir sus órdenes.
No queriendo renunciar a su propósito, “los negociantes, y los
que vendían toda especie de mercancía,” “quedáronse fuera de Je-