Página 451 - Profetas y Reyes (1957)

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La venida del libertador
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de anular, si le era posible, las medidas misericordiosas de Jehová
para redimir a la humanidad perdida. Resolvió cegar los ojos de la
gente hasta donde pudiera, para que no viera el significado real de
las profecías mesiánicas, con el fin de preparar el terreno para que
Cristo fuese rechazado cuando viniera.
Durante los siglos que precedieron el diluvio, tuvieron éxito
los esfuerzos de Satanás para que prevaleciera en todo el mundo la
rebelión contra Dios. Ni siquiera las lecciones del diluvio fueron
recordadas mucho tiempo. Con arteras insinuaciones y paso a paso,
Satanás volvió a inducir a los hombres a una rebelión abierta. Nue-
vamente parecía estar a punto de triunfar; pero el propósito de Dios
para el hombre caído no debía ser puesto así a un lado. Mediante la
posteridad del fiel Abrahán, del linaje de Sem, se conservaría para
las generaciones futuras un conocimiento de los designios benéficos
de Jehová. De cuando en cuando Dios levantaría mensajeros de la
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verdad para recordar el significado de los sacrificios ceremoniales, y
especialmente la promesa de Jehová concerniente al advenimiento
de Aquel a quien señalaban todos los ritos del sistema de sacrificios.
Así se preservaría al mundo de la apostasía universal.
El propósito divino no se cumplió sin arrostrar la oposición más
resuelta. De todas las maneras que pudo, el enemigo de la verdad
y de la justicia obró para inducir a los descendientes de Abrahán a
olvidar su alta y santa vocación y a desviarse hacia el culto de los
dioses falsos. Y con frecuencia sus esfuerzos triunfaron excesiva-
mente. Durante siglos, antes del primer advenimiento de Cristo, las
tinieblas cubrieron la tierra y densa obscuridad los pueblos. Satanás
arrojaba su sombra infernal sobre la senda de los hombres, a fin de
impedirles que adquiriesen un conocimiento de Dios y del mundo
futuro. Multitudes moraban en sombra de muerte. Su única esperan-
za consistía en que se disipase esta lobreguez, para que Dios pudiese
ser revelado.
Con visión profética, David, el ungido de Dios, había previsto
que el advenimiento de Cristo sería “como la luz de la mañana
cuando sale el sol, de la mañana sin nubes.”
2 Samuel 23:4
. Y
Oseas atestiguó: “Como el alba está aparejada su salida.”
Oseas 6:3
.
En silencio y con suavidad se produce el amanecer en la tierra, y
se despierta la vida en ella cuando se disipan las sombras de las
tinieblas. Así había de levantarse el Sol de Justicia, y traer “en sus