Página 450 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Desde el día en que el Señor declaró a la serpiente en el Edén:
“Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la si-
miente suya” (
Génesis 3:15
), supo Satanás que nunca podría ejercer
el dominio absoluto sobre los habitantes de este mundo. Cuando
Adán y sus hijos comenzaron a ofrecer los sacrificios ceremoniales
ordenados por Dios como figura del Redentor venidero, Satanás dis-
cernió en ellos un símbolo de la comunión entre la tierra y el cielo.
Durante los largos siglos que siguieron, se esforzó constantemente
por interceptar esa comunión. Incansablemente procuró calumniar
a Dios y dar una falsa interpretación a los ritos que señalaban al
Salvador; y logró convencer a una gran mayoría de los miembros de
la familia humana.
Mientras Dios deseaba enseñar a los hombres que el don que
los reconcilia consigo mismo proviene de él, el gran enemigo de la
humanidad procuró representar a Dios como un Ser que se deleita
en destruirlos. De este modo, los sacrificios y los ritos mediante los
cuales el Cielo quería revelar el amor divino fueron pervertidos para
servir de medios por los cuales los pecadores esperaban en vano
propiciar, con dones y buenas obras, la ira de un Dios ofendido.
Al mismo tiempo, Satanás se esforzaba por despertar y fortalecer
las malas pasiones de los hombres, a fin de que por sus repetidas
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transgresiones multitudes fuesen alejadas cada vez más de Dios y
encadenadas sin esperanza por el pecado.
Cuando la palabra escrita de Dios era transmitida por profetas
hebreos, Satanás estudiaba con diligencia los mensajes referentes
al Mesías. Seguía cuidadosamente las palabras que bosquejaban
con inequívoca claridad la obra de Cristo entre los hombres como
sacrificio abrumado de sufrimientos y como rey vencedor. En los
pergaminos de las Escrituras del Antiguo Testamento leía que Aquel
que había de aparecer sería “llevado al matadero” “como cordero,”
“desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que
la de los hijos de los hombres.”
Isaías 53:7; 52:14
. El prometido
Salvador de la humanidad iba a ser “despreciado y desechado entre
los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto;” y sin
embargo iba a ejercer también su gran poder para juzgar a “los
afligidos del pueblo.” Iba a salvar a “los hijos del menesteroso,” y
quebrantar “al violento.”
Isaías 53:3, 4
;
Salmos 72:4
. Estas profecías
hacían temer y temblar a Satanás; mas no renunciaba a su propósito