Página 449 - Profetas y Reyes (1957)

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La venida del libertador
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Nuevamente, en los lindes de la tierra prometida, el advenimiento
del Redentor del mundo fué predicho en la profecía que pronunció
Balaam:
“Verélo, mas no ahora:
Lo miraré, mas no de cerca:
Saldrá ESTRELLA de Jacob,
Y levantaráse cetro de Israel,
Y herirá los cantones de Moab,
Y destruirá a todos los hijos de Seth.”
Números 24:17
.
Mediante Moisés, Dios recordaba constantemente a Israel su
propósito de enviar a su Hijo como redentor de la humanidad caída.
En una ocasión, poco antes de su muerte, Moisés declaró: “Profeta
de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová
tu Dios: a él oiréis.” Moisés había recibido instrucciones claras en
favor de Israel concernientes a la obra del Mesías venidero. Las
palabras que Jehová dirigió a su siervo fueron: “Profeta les suscitaré
de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en
su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.”
Deuteronomio
18:15, 18
.
En los tiempos patriarcales, el ofrecimiento de sacrificios relacio-
nados con el culto divino recordaba perpetuamente el advenimiento
de un Salvador; y lo mismo sucedía durante toda la historia de Israel
con el ritual de los servicios en el santuario. En el ministerio del
tabernáculo, y más tarde en el del templo que lo reemplazó, mediante
figuras y sombras se enseñaban diariamente al pueblo las grandes
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verdades relativas a la venida de Cristo como Redentor, Sacerdote y
Rey; y una vez al año se le inducía a contemplar los acontecimientos
finales de la gran controversia entre Cristo y Satanás, que eliminarán
del universo el pecado y los pecadores. Los sacrificios y las ofren-
das del ritual mosaico señalaban siempre hacia adelante, hacia un
servicio mejor, el celestial. El santuario terrenal “era figura de aquel
tiempo presente, en el cual se ofrecían presentes y sacrificios;” y
sus dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales;” pues
Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es hoy “ministro del santuario,
y de aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre.”
Hebreos 9:9, 23; 8:2
.