Página 461 - Profetas y Reyes (1957)

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La venida del libertador
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Cuando finalmente apareció el Salvador “hecho semejante a los
hombres” (
Filipenses 2:7
), e inició su ministerio de gracia, Satanás
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pudo tan sólo herirle el calcañar, mientras que con cada acto que le
humillara e hiciera sufrir, Cristo hería la cabeza de su adversario.
La angustia que el pecado había producido se derramó en el seno
del que era sin pecado; y sin embargo mientras Cristo soportaba la
contradicción de los pecadores, pagaba la deuda del hombre peca-
minoso y deshacía la servidumbre en la cual la humanidad había
estado sujeta. Toda angustia y todo insulto que sufría obraba para
liberar la humanidad.
Si Satanás hubiese logrado que Cristo cediese a una sola ten-
tación, o que manchase su pureza perfecta por un solo acto o aun
por un pensamiento, el príncipe de las tinieblas habría triunfado
sobre el Garante del hombre y habría ganado para sí toda la familia
humana. Pero si bien Satanás podía afligir, no podía contaminar;
podía ocasionar angustia, pero no profanar. Hizo de la vida de Cristo
una larga escena de conflicto y prueba; y sin embargo, con cada
ataque iba perdiendo su dominio sobre la humanidad.
En el desierto de la tentación, en el huerto de Getsemaní y en la
cruz, nuestro Salvador cruzó armas con el príncipe de las tinieblas.
Sus heridas llegaron a ser los trofeos de su victoria en favor de
la familia humana. Mientras Cristo pendía agonizante de la cruz,
mientras los malos espíritus se regocijaban, y los hombres impíos
le escarnecían, su calcañar fué en verdad herido por Satanás. Pero
ese mismo acto aplastaba la cabeza de la serpiente. Por la muerte
destruyó “al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo.”
Hebreos 2:14
. Este acto decidió el destino del jefe de los rebeldes, y
aseguró para siempre el plan de la salvación. Al morir, Cristo venció
el poder de la muerte; al resucitar, abrió para sus seguidores las
puertas del sepulcro. En esa última gran contienda vemos cumplirse
la profecía: “Esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”
Génesis 3:15
.
“Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha mani-
festado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere,
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seremos semejantes a él, porque le veremos como él es.”
1 Juan 3:2
.
Nuestro Redentor abrió el camino, para que aun el más pecamino-
so, el más necesitado, el más oprimido y despreciado, pueda hallar
acceso al Padre.