Página 463 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 59—“La casa de Israel”
Al proclamar las verdades del Evangelio eterno a toda nación,
tribu, lengua y pueblo, la iglesia de Dios en la tierra está cumpliendo
hoy la antigua profecía: “Florecerá y echará renuevos Israel, y la
haz del mundo se henchirá de fruto.”
Isaías 27:6
. Los que siguen
a Jesús, en cooperación con los seres celestiales, están ocupando
rápidamente los lugares desiertos de la tierra; y como resultado de
sus labores obtienen una abundante mies de preciosas almas. Hoy,
como nunca antes, la diseminación de la verdad bíblica por medio
de una iglesia consagrada ofrece a los hijos de los hombres los
beneficios predichos siglos ha en la promesa hecha a Abrahán y a
todo Israel, a la iglesia de Dios en la tierra en toda época: “Bendecirte
he, ... y serás bendición.”
Génesis 12:2
.
Esta promesa de bendición debiera haberse cumplido en gran
medida durante los siglos que siguieron al regreso de los israelitas
de las tierras de su cautiverio. Dios quería que toda la tierra fuese
preparada para el primer advenimiento de Cristo, así como hoy se
está preparando el terreno para su segunda venida. Al fin de los años
de aquel humillante destierro, Dios aseguró misericordiosamente
a su pueblo Israel, mediante Zacarías: “Yo he restituído a Sión, y
moraré en medio de Jerusalem: y Jerusalem se llamará Ciudad de
Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte de Santidad.”
Y acerca de su pueblo dijo: “He aquí, ... yo seré a ellos por Dios con
verdad y con justicia.”
Zacarías 8:3, 7, 8
.
Estas promesas les eran hechas a condición de que obedecie-
ran. No debían repetirse los pecados que habían caracterizado a los
israelitas antes del cautiverio. El Señor exhortó a los que estaban re-
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edificando: “Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad
cada cual con su hermano: no agraviéis a la viuda, ni al huérfano, ni
al extranjero, ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra
su hermano.” “Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad en
vuestras puertas verdad y juicio de paz.”
Zacarías 7:9, 10; 8:16
.
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