Página 50 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
mundanales manchó la perfección de su servicio en favor de la
humanidad. Dijo: “Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo
nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza.”
Mateo 8:20
. Los que, respondiendo al llamamiento del momento,
hayan comenzado a servir al Artífice maestro, deben estudiar sus
métodos. El aprovechaba las oportunidades que encontraba en las
grandes arterias de tránsito.
En los intervalos de sus viajes de un lado a otro, Jesús moraba
en Capernaúm, que llegó a conocerse como “su ciudad.” Situada
sobre un camino que llevaba de Damasco a Jerusalén, así como a
Egipto y al Mediterráneo, se prestaba para constituir el centro de
la obra que realizaba el Salvador. Por ella pasaban, o se detenían
para descansar, personas de muchos países. Allí Jesús se encontraba
con habitantes de todas las naciones y de todas las jerarquías, de
modo que sus lecciones eran llevadas a otros países y a muchas
familias. De esta manera se despertaba el interés en las profecías
que anunciaban al Mesías, la atención se dirigía hacia el Salvador, y
su misión era presentada al mundo.
En esta época nuestra, las oportunidades para tratar con hombres
y mujeres de todas clases y de muchas nacionalidades son aún
mayores que en los días de Israel. Las avenidas de tránsito se han
multiplicado mil veces.
Como Cristo, los mensajeros del Altísimo deben situarse hoy en
esas grandes avenidas, donde pueden encontrarse con las multitudes
que pasan de todas partes del mundo. Ocultándose en Dios, como lo
hacía él, deben sembrar la semilla del Evangelio, presentar a otros
las verdades preciosas de la Santa Escritura, que echarán raíces
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profundas en las mentes y los corazones y brotarán para vida eterna.
Solemnes son las lecciones que nos enseña el fracaso sufrido
por Israel en aquellos años durante los cuales tanto el gobernante
como el pueblo se apartaron del alto propósito que habían sido lla-
mados a cumplir. En aquello precisamente en que fueron débiles y
fracasaron, el moderno Israel de Dios, los representantes del Cielo
que constituyen la verdadera iglesia de Cristo, deben ser fuertes;
porque a ellos les incumbe la tarea de terminar la obra confiada a
los hombres y de apresurar el día de las recompensas finales. Sin
embargo, es necesario hacer frente a las mismas influencias que
prevalecieron contra Israel cuando reinaba Salomón. Las fuerzas