Página 53 - Profetas y Reyes (1957)

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El arrepentimiento de Salomón
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lo que ya hicieron?)... Aborrecí por tanto la vida... Yo asimismo
aborrecí todo mi trabajo que había puesto por obra debajo del sol.”
Eclesiastés 2:4-18
.
Por su propia amarga experiencia, Salomón aprendió cuán vacía
es una vida dedicada a buscar las cosas terrenales como el bien más
elevado. Erigió altares a los dioses paganos, pero fué tan sólo para
comprobar cuán vana es su promesa de dar descanso al espíritu.
Pensamientos lóbregos le acosaban día y noche. Para él ya no había
gozo en la vida ni paz espiritual, y el futuro se le anunciaba sombrío
y desesperado.
Sin embargo, el Señor no le abandonó. Mediante mensajes de
reprensión y castigos severos, procuró despertar al rey y hacerle com-
prender cuán pecaminosa era su conducta. Le privó de su cuidado
protector, y permitió que los adversarios le atacaran y debilitasen el
reino. “Y Jehová suscitó un adversario a Salomón, a Adad, Idumeo...
Despertóle también Dios por adversario a Rezón, ... capitán de una
compañía,” quien “aborreció a Israel, y reinó sobre la Siria. Asimis-
mo Jeroboam, ... siervo de Salomón,” y hombre “valiente,” “alzó su
mano contra el rey.”
1 Reyes 11:14-28
.
A la postre, el Señor envió a Salomón, mediante un profeta, este
mensaje sorprendente: “Por cuanto ha habido esto en ti, y no has
guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé el reino
de ti, y lo entregaré a tu siervo. Empero no lo haré en tus días, por
amor a David tu padre: romperélo de la mano de tu hijo.”
1 Reyes
11:11, 12
.
Despertando como de un sueño al oír esta sentencia de juicio
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pronunciada contra él y su casa, Salomón sintió los reproches de
su conciencia y empezó a ver lo que verdaderamente significaba
su locura. Afligido en su espíritu, y teniendo la mente y el cuerpo
debilitados, se apartó cansado y sediento de las cisternas rotas de
la tierra, para beber nuevamente en la fuente de la vida. Al fin
la disciplina del sufrimiento realizó su obra en su favor. Durante
mucho tiempo le había acosado el temor de la ruina absoluta que
experimentaría si no podía apartarse de su locura; pero discernió
finalmente un rayo de esperanza en el mensaje que se le había dado.
Dios no le había cortado por completo, sino que estaba dispuesto a
librarle de una servidumbre más cruel que la tumba, servidumbre de
la cual él mismo no podía librarse.