Página 54 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Con gratitud Salomón reconoció el poder y la bondad de Aquel
que es el más “alto” sobre los altos (
Eclesiastés 5:8, VM
); y con arre-
pentimiento comenzó a desandar su camino para volver al exaltado
nivel de pureza y santidad del cual había caído. No podía esperar
que escaparía a los resultados agostadores del pecado; no podría
nunca librar su espíritu de todo recuerdo de la conducta egoísta que
había seguido; pero se esforzaría fervientemente por disuadir a otros
de entregarse a la insensatez. Confesaría humildemente el error de
sus caminos, y alzaría su voz para amonestar a otros, no fuese que se
perdiesen irremisiblemente por causa de las malas influencias que él
había desencadenado.
El verdadero penitente no echa al olvido sus pecados pasados.
No se deja embargar, tan pronto como ha obtenido paz, por la des-
preocupación acerca de los errores que cometió. Piensa en aquellos
que fueron inducidos al mal por su conducta, y procura de toda ma-
nera posible hacerlos volver a la senda de la verdad. Cuanto mayor
sea la claridad de la luz en la cual entró, tanto más intenso es su
deseo de encauzar los pies de los demás en el camino recto. No se
espacia en su conducta errónea ni considera livianamente lo malo,
sino que recalca las señales de peligro, a fin de que otros puedan
precaverse.
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Salomón reconoció que “el corazón de los hijos de los hombres”
está “lleno de mal, y de enloquecimiento en su corazón.”
Eclesiastés
9:3
. Y declaró también: “Porque no se ejecuta luego sentencia sobre
la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos
lleno para hacer mal. Bien que el pecador haga mal cien veces, y
le sea dilatado el castigo, con todo yo también sé que los que a
Dios temen tendrán bien, los que temieren ante su presencia; y que
el impío no tendrá bien, ni le serán prolongados los días, que son
como sombra; por cuanto no temió delante de la presencia de Dios.”
Eclesiastés 8:11-13
.
Por inspiración divina, el rey escribió para las generaciones ul-
teriores lo referente a los años que perdió, así como las lecciones y
amonestaciones que entrañaron. Y así, aunque su pueblo cosechó
lo que él había sembrado y soportó malignas tempestades, la obra
realizada por Salomón en su vida no se perdió por completo. Con
mansedumbre y humildad, “enseñó,” durante la última parte de su
vida, “sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y com-