La apostasía nacional
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confiaba en Jehová de los ejércitos, en cuyo nombre Israel había
obtenido en tiempos pasados maravillosas liberaciones. Mientras
disponía a sus fuerzas en orden de batalla, solicitó la ayuda de Dios.
Los ejércitos oponentes se hallaban frente a frente. Era un mo-
mento de prueba para los que servían al Señor. ¿Habían confesado
todo pecado? ¿Tenían los hombres de Judá plena confianza en que
el poder de Dios podía librarlos? En esto pensaban los caudillos.
Desde todo punto de vista humano, el gran ejército de Egipto habría
de arrasar cuanto se le opusiera. Pero en tiempo de paz, Asa no se
había dedicado a las diversiones y al placer, sino que se había prepa-
rado para cualquier emergencia. Tenía un ejército adiestrado para el
conflicto. Se había esforzado por inducir a su pueblo a hacer la paz
con Dios, y llegado el momento, su fe en Aquel en quien confiaba
no vaciló, aun cuando tenía menos soldados que el enemigo.
Habiendo buscado al Señor en los días de prosperidad, el rey
podía confiar en él en el día de la adversidad. Sus peticiones de-
mostraron que no desconocía el poder admirable de Dios. Dijo en
su oración: “Jehová, no tienes tú más con el grande que con el que
ninguna fuerza tiene, para dar ayuda. Ayúdanos, oh Jehová Dios
nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra
este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios: no prevalezca contra
ti el hombre.”
Vers. 11
.
La de Asa es una oración que bien puede elevar todo creyen-
te cristiano. Estamos empeñados en una guerra, no contra carne
ni sangre, sino contra principados y potestades, y contra malicias
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espirituales en lo alto. En el conflicto de la vida, debemos hacer
frente a los agentes malos que se han desplegado contra la justicia.
Nuestra esperanza no se concentra en el hombre, sino en el Dios
vivo. Con la plena seguridad de la fe, podemos contar con que él
unirá su omnipotencia a los esfuerzos de los instrumentos humanos,
para gloria de su nombre. Revestidos de la armadura de su justicia,
podemos obtener la victoria contra todo enemigo.
La fe del rey Asa quedó señaladamente recompensada. “Y Jeho-
vá deshizo los Etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron
los Etíopes. Y Asa, y el pueblo que con él estaba, los siguió hasta
Gerar: y cayeron los Etíopes hasta no quedar en ellos aliento; porque
fueron deshechos delante de Jehová y de su ejército.”
Vers. 12, 13
.