Capítulo 14—La fuente del poder vencedor
Este capítulo está basado en Lucas 18:1-8.
Cristo había estado hablando del período que habría de prece-
der inmediatamente a su segunda venida, y de los peligros por los
cuales deberían pasar sus discípulos. Con referencia especial a ese
tiempo relató la parábola “sobre que es necesario orar siempre, y no
desmayar”.
“Había un juez en una ciudad—dijo él—, el cual ni temía a Dios,
ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda,
la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Pero
él no quiso por algún tiempo; mas después de esto dijo dentro de sí:
Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, todavía, porque
esta viuda me es molesta, le haré justicia, porque al fin no venga y
me muela. Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto. ¿Y Dios
no hará justicia a sus escogidos que claman a él día y noche, aunque
sea longánime acerca de ellos? Os digo que los defenderá presto”.
El juez presentado aquí no tenía consideración por la justicia
ni compasión por los dolientes. La viuda que le presentaba su ca-
so había sido rechazada con persistencia. Repetidas veces había
acudido a él, sólo para ser tratada con desprecio, y ser ahuyentada
del tribunal. El juez sabía que su causa era justa, y podría haberla
socorrido en seguida, pero no quería hacerlo. Quería demostrar su
poder arbitrario, y se complacía en dejarla pedir, rogar y suplicar en
vano. Pero ella no quería desmayar ni desalentarse. A pesar de la
indiferencia y dureza de corazón de él, insistió en su petición hasta
que el juez consintió en atender el caso. “Aunque ni temo a Dios, ni
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tengo respeto a hombre—dijo—, todavía, porque esta viuda me es
molesta, le haré justicia, porque al fin no venga y me muela”. Para
salvar su reputación, para evitar que se diese publicidad a su juicio
parcial y unilateral, hizo justicia a la mujer perseverante.
“¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día
y noche, aunque sea longánime acerca de ellos? Os digo que los
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