Página 142 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
que estaba perdido. No participa, por lo tanto, del gozo del padre
por el regreso del extraviado. Los cantos de regocijo no encienden
ninguna alegría en su corazón. Inquiere de uno de los siervos la
razón de la fiesta, y la respuesta excita sus celos. No irá a dar la
bienvenida a su hermano perdido. Considera como un insulto a su
persona el favor mostrado al pródigo.
Cuando el padre sale a reconvenirlo, se revelan el orgullo y la
malignidad de su naturaleza. Presenta su propia vida en la casa de
su padre como una rutina de servicio no recompensado, y coloca
entonces en mezquino contraste el favor manifestado al hijo recién
llegado. Aclara el hecho de que su propio servicio ha sido el de un
siervo más bien que el de un hijo. Cuando hubiera debido hallar
gozo perdurable en la presencia de su padre, su mente descansaba
en el provecho que provendría de su vida prudente. Sus palabras
revelan que por esto él se ha privado de los placeres del pecado.
Ahora si este hermano ha de compartir los dones de su padre, el
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hijo mayor se considera agraviado. Envidia el favor mostrado a su
hermano. Demuestra claramente que si él hubiese estado en lugar de
su padre, no hubiera recibido al pródigo. Ni aun lo reconoce como a
un hermano, sino que habla fríamente de él como “tu hijo”.
No obstante, el padre arguye tiernamente con él. “Hijo—dice—,
tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. A través de
todos estos años de la vida perdida de tu hermano, ¿no has tenido el
privilegio de gozar de mi compañía?
Todas las cosas que podían contribuir a la felicidad de sus hijos
estaban a su entera disposición. El hijo no necesitaba preocuparse
de dones o recompensas. “Todas mis cosas son tuyas”. Necesitas
solamente creer en mi amor, y tomar los dones que se te otorgan
liberalmente.
Un hijo se había ido por algún tiempo de la casa, no discerniendo
el amor del padre. Pero ahora ha vuelto, y una corriente de gozo hace
desaparecer todo pensamiento de desasosiego. “Este tu hermano
muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado”.
¿Se logró que el hermano mayor viera su propio espíritu vil y
desagradecido? ¿Llegó a ver que aunque su hermano había obrado
perversamente, era todavía su hermano? ¿Se arrepintió el hermano
mayor de sus celos y de la dureza de su corazón? Concerniente a
esto, Cristo guardó silencio. Porque la parábola todavía se estaba