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              Palabras de Vida del Gran Maestro
            
            
              que estaba perdido. No participa, por lo tanto, del gozo del padre
            
            
              por el regreso del extraviado. Los cantos de regocijo no encienden
            
            
              ninguna alegría en su corazón. Inquiere de uno de los siervos la
            
            
              razón de la fiesta, y la respuesta excita sus celos. No irá a dar la
            
            
              bienvenida a su hermano perdido. Considera como un insulto a su
            
            
              persona el favor mostrado al pródigo.
            
            
              Cuando el padre sale a reconvenirlo, se revelan el orgullo y la
            
            
              malignidad de su naturaleza. Presenta su propia vida en la casa de
            
            
              su padre como una rutina de servicio no recompensado, y coloca
            
            
              entonces en mezquino contraste el favor manifestado al hijo recién
            
            
              llegado. Aclara el hecho de que su propio servicio ha sido el de un
            
            
              siervo más bien que el de un hijo. Cuando hubiera debido hallar
            
            
              gozo perdurable en la presencia de su padre, su mente descansaba
            
            
              en el provecho que provendría de su vida prudente. Sus palabras
            
            
              revelan que por esto él se ha privado de los placeres del pecado.
            
            
              Ahora si este hermano ha de compartir los dones de su padre, el
            
            
              [164]
            
            
              hijo mayor se considera agraviado. Envidia el favor mostrado a su
            
            
              hermano. Demuestra claramente que si él hubiese estado en lugar de
            
            
              su padre, no hubiera recibido al pródigo. Ni aun lo reconoce como a
            
            
              un hermano, sino que habla fríamente de él como “tu hijo”.
            
            
              No obstante, el padre arguye tiernamente con él. “Hijo—dice—,
            
            
              tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. A través de
            
            
              todos estos años de la vida perdida de tu hermano, ¿no has tenido el
            
            
              privilegio de gozar de mi compañía?
            
            
              Todas las cosas que podían contribuir a la felicidad de sus hijos
            
            
              estaban a su entera disposición. El hijo no necesitaba preocuparse
            
            
              de dones o recompensas. “Todas mis cosas son tuyas”. Necesitas
            
            
              solamente creer en mi amor, y tomar los dones que se te otorgan
            
            
              liberalmente.
            
            
              Un hijo se había ido por algún tiempo de la casa, no discerniendo
            
            
              el amor del padre. Pero ahora ha vuelto, y una corriente de gozo hace
            
            
              desaparecer todo pensamiento de desasosiego. “Este tu hermano
            
            
              muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado”.
            
            
              ¿Se logró que el hermano mayor viera su propio espíritu vil y
            
            
              desagradecido? ¿Llegó a ver que aunque su hermano había obrado
            
            
              perversamente, era todavía su hermano? ¿Se arrepintió el hermano
            
            
              mayor de sus celos y de la dureza de su corazón? Concerniente a
            
            
              esto, Cristo guardó silencio. Porque la parábola todavía se estaba