Página 166 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Entonces llamándole su señor, le dice: Siervo malvado, toda aquella
deuda te perdoné, porque me rogaste: ¿no te convenía también a ti
tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve miseri-
cordia de ti? Entonces su señor enojado, le entregó a los verdugos,
hasta que pagase todo lo que debía”.
Esta parábola presenta detalles que son necesarios para comple-
tar el cuadro, pero que no se aplican en su significado espiritual. No
se debe desviar la atención hacia ellos. Se ilustran ciertas grandes
verdades, y a ellas debemos dedicar nuestro pensamiento.
El perdón concedido por este rey representa un perdón divino
de todo pecado. Cristo es representado por el rey, que, movido a
compasión, perdonó al siervo deudor. El hombre estaba bajo la
condenación de la ley quebrantada. No podía salvarse a sí mismo, y
por esta razón Cristo vino a este mundo, revistió su divinidad con la
humanidad, y dio su vida, el justo por el injusto. Se dio a sí mismo
por nuestros pecados, y ofrece gratuitamente a toda alma el perdón
comprado con su sangre. “En Jehová hay misericordia. Y abundante
redención con él”
Esta es la base sobre la cual debemos tener compasión para con
nuestros prójimos pecadores. “Si Dios así nos ha amado, debemos
también nosotros amarnos unos a otros”. “De gracia recibisteis—
dice Cristo—, dad de gracia”
En la parábola se revocó la sentencia cuando el deudor pidió
una prórroga, con la promesa: “Ten paciencia conmigo, y yo te lo
pagaré todo”. Toda la deuda fue cancelada, y pronto se le dio una
oportunidad de seguir el ejemplo del Señor que le había perdonado.
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Al salir, se encontró con un consiervo que le debía una pequeña suma.
Se le habían perdonado diez mil talentos, y el deudor le debía cien
denarios. Pero el que había sido tratado tan misericordiosamente,
trató a su consiervo en una forma completamente distinta. Su deudor
le hizo una súplica similar a la que él mismo había hecho al rey,
pero sin un resultado semejante. El que tan recientemente había
sido perdonado no fue compasivo ni misericordioso. Al tratar a su
consiervo no ejerció la misericordia que le había sido mostrada. No
hizo caso del pedido de que fuese paciente. El siervo ingrato no
recordó sino la pequeña suma que se le debía. Demandó todo lo que
pensaba que se le debía, y aplicó una sentencia similar a aquella que
había sido revocada tan generosamente en su caso.