Página 169 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Cómo se alcanza el perdón
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Con demasiada frecuencia, cuando se cometen faltas en forma
repetida y el que las comete las confiesa, el perjudicado se cansa,
y piensa que ya ha perdonado lo suficiente. Pero el Salvador nos
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ha dicho claramente cómo debemos tratar al que yerra: “Si pecare
contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale”
No
lo apartes como indigno de tu confianza. Considérate “a ti mismo,
porque tú no seas también tentado”
Si tus hermanos yerran debes perdonarlos. Cuando vienen a
ti confesando sus faltas, no debes decir: No creo que sean lo su-
ficientemente humildes. No creo que sientan su confesión. ¿Qué
derecho tienes para juzgarlos, como si pudieras leer el corazón? La
Palabra de Dios dice: “Si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces
al día pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere,
perdónale”
Y no sólo siete veces, sino setenta veces siete, tan
frecuentemente como Dios te perdona.
Nosotros mismos debemos todo a la abundante gracia de Dios.
La gracia en el pacto ordenó nuestra adopción. La gracia en el
Salvador efectuó nuestra redención, nuestra regeneración y nuestra
exaltación a ser coherederos con Cristo. Sea revelada esta gracia a
otros.
No demos al que yerra ocasión de desanimarse. No permitamos
que haya una dureza farisaica que haga daño a nuestro hermano.
No se levante en la mente o el corazón un amargo desprecio. No
se manifieste en la voz un dejo de escarnio. Si hablas una palabra
tuya, si adoptas una actitud de indiferencia, o muestras sospecha o
desconfianza, esto puede provocar la ruina de un alma. El que yerra
necesita un hermano que posea el corazón del Hermano Mayor,
lleno de simpatía para tocar su corazón humano. Sienta él el fuerte
apretón de una mano de simpatía, y oiga el susurro: oremos. Dios les
dará a ambos una rica experiencia. La oración nos une mutuamente
y con Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado, y da al alma
desfalleciente y perpleja nueva energía para vencer al mundo, a la
carne y al demonio. La oración aparta los ataques de Satanás.
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Cuando uno se aparta de las imperfecciones humanas para con-
templar a Jesús, se realiza en el carácter una transformación divina.
El Espíritu de Cristo, al trabajar en el corazón, lo conforma a su
imagen. Entonces sea vuestro esfuerzo ensalzar a Jesús. Diríjanse
los ojos de la mente al “Cordero de Dios que quita el pecado del