Página 168 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
haga en su favor será como poner un tesoro en una bolsa agujereada.
Sin embargo, hay cierta clase de pobreza que es inevitable, y hemos
de manifestar ternura y compasión hacia los infortunados. Debería-
mos tratar a otros así como a nosotros nos gustaría ser tratados en
circunstancias semejantes.
El Espíritu Santo, mediante el apóstol Pablo, nos da la orden:
“Si hay alguna consolación en Cristo; si algún refrigerio de amor; si
alguna comunión del Espíritu; si algunas entrañas y misericordias,
cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor,
unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda
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o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores
los unos a los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús”
Pero el pecado no ha de ser considerado livianamente. El Señor
nos ha ordenado que no toleremos las faltas de nuestro hermano. El
dice: “Si pecare contra ti tu hermano, repréndele”
El pecado ha de
ser llamado por su propio nombre, y ha de ser presentado claramente
delante del que lo comete.
En sus instrucciones a Timoteo, Pablo, escribiendo por la ins-
piración del Espíritu Santo, dice: “Que instes a tiempo y fuera de
tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
Y a Tito escribe: “Hay aún muchos contumaces, habladores de vani-
dades, y engañadores ... repréndelos duramente, para que sean sanos
en la fe”
“Si tu hermano pecare contra ti—dijo Cristo—, ve, y redargúyele
entre ti y él sólo; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no
oyere, toma aún contigo uno o dos, para que en boca de dos o tres
testigos conste toda palabra. Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y
si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano”
Nuestro Señor enseña que las dificultades entre los cristianos
deben arreglarse dentro de la iglesia. No debieran presentarse delante
de los que no temen a Dios. Si un cristiano es maltratado por su
hermano, no recurra a los incrédulos en un tribunal de justicia. Siga
las instrucciones que ha dado Cristo. En vez de tratar de vengarse,
trate de salvar a su hermano. Dios guardará los intereses de los que
le aman y temen, y con confianza podemos encomendar nuestro caso
a Aquel que juzga rectamente.