Página 175 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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El mayor peligro del hombre
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una parte de su abundancia y al mismo tiempo aliviar a muchos
hogares de sus necesidades, alimentar a muchos hambrientos, vestir
a los desnudos, alegrar a más de un corazón, ser el instrumento para
responder a muchas oraciones por las cuales se pedía pan y abrigo,
y una melodía de alabanza hubiera ascendido al cielo. El Señor
había oído las oraciones de los necesitados, y en su bondad había
hecho provisión para el pobre
En las bendiciones conferidas al
hombre rico, se había hecho amplia provisión para las necesidades
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de muchos. Pero él cerró su corazón al clamor del necesitado, y
dijo a sus siervos: “Esto haré; derribaré mis alfolíes, y los edificaré
mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi
alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años;
repósate, come, bebe, huélgate”.
Los ideales de este hombre no eran más elevados que los de las
bestias que perecen. Vivía como si no hubiese Dios, ni cielo, ni vida
futura; como si todo lo que poseía fuese suyo propio, y no debiese
nada a Dios ni al hombre. El salmista describió a este hombre rico
cuando declaró: “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios”
Este hombre había vivido y hecho planes para sí mismo. El ve
que posee provisión abundante para el futuro; ya no le queda nada
que hacer, fuera de atesorar y gozar los frutos de sus labores. Se
considera a sí mismo como más favorecido que los demás hombres,
y se gloría de su sabia administración. Es honrado por sus conciu-
dadanos como un hombre de buen juicio y un ciudadano próspero.
Porque “serás loado cuando bien te tratares”
Pero “la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios”
Mientras el hombre rico espera disfrutar de años de placer en lo
futuro, el Señor hace planes muy diferentes. A este mayordomo
infiel le llega el mensaje: “Necio, esta noche vuelven a pedir tu
alma”. Esta era una demanda que el dinero no podía suplir. La
riqueza que él había atesorado no podía comprar la suspensión de
la sentencia. En un momento, aquello por lo cual se había afanado
durante toda su vida, perdió su valor para él. Entonces, “lo que has
prevenido, ¿de quién será?” Sus extensos campos y bien repletos
graneros dejaron de estar bajo su dominio. “Allega riquezas, y no
sabe quién las recogerá”
No se aseguró lo único que hubiera sido de valor para él. Al vivir
para sí mismo había rechazado aquel amor divino que se hubiera