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Palabras de Vida del Gran Maestro
su tesoro, no puede llevar nada de él al cielo. Ha demostrado ser un
mayordomo infiel. Durante toda su vida tuvo sus buenas cosas, pero
se olvidó de su obligación para con Dios. Dejó de obtener el tesoro
celestial.
El hombre rico que tenía tantos privilegios nos es presentado
como uno que debió haber cultivado sus dones, de manera que
sus obras transcendiesen hasta el gran más allá, llevando consigo
ventajas espirituales aprovechadas. Es el propósito de la redención,
no solamente borrar el pecado, sino devolver al hombre los dones
espirituales perdidos a causa del poder empequeñecedor del pecado.
El dinero no puede ser llevado a la vida futura; no se necesita allí;
pero las buenas acciones efectuadas en la salvación de las almas para
Cristo son llevadas a los atrios del cielo. Mas aquellos que emplean
egoístamente los dones del Señor para sí mismos, dejando sin ayuda
a sus semejantes necesitados, y no haciendo nada porque prospere
la obra de Dios en el mundo, deshonran a su Hacedor. Frente a sus
nombres en los libros del cielo está escrito: “Robó a Dios”.
El hombre rico tenía todo lo que el dinero puede procurar, pero
no poseía las riquezas que habrían conservado bien su cuenta con
Dios. Vivió como si todo lo que poseía fuera suyo. Había descuidado
el llamamiento de Dios y los clamores de los pobres que sufrían.
Pero al fin viene un llamado que él no puede eludir. Por un poder
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al cual no le es posible objetar ni resistir, se le ordena que renuncie
a las posesiones de las cuales él ya no es mayordomo. El hombre
que una vez fuera rico es reducido a una desesperada pobreza. El
manto de la justicia de Cristo, tejido en el telar del cielo, nunca podrá
cubrirlo. El que una vez usara la púrpura más rica, el lino más fino,
es reducido a la desnudez. Su tiempo de gracia ha terminado. Nada
trajo al mundo, y nada puede llevar de él.
Cristo levantó el velo, y presentó el cuadro ante los sacerdotes y
los gobernantes, los escribas y los fariseos. Contempladlo vosotros,
los que sois ricos en bienes de este mundo, y no sois ricos en lo
que a Dios respecta. ¿No contemplaréis esta escena? Aquello que
es altamente estimado entre los hombres es aborrecible a la vista de
Dios. Cristo pregunta: “¿Qué aprovechará al hombre, si granjeare
todo el mundo, y pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre
por su alma?