Página 181 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Cómo se decide nuestro destino
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judíos esta maravillosa evidencia de la divinidad del Salvador, pero
la rechazaron. Lázaro se levantó de los muertos, y presentó ante ellos
su testimonio, pero endurecieron su corazón, contra toda evidencia,
y hasta trataron de quitarle la vida
La ley y los profetas son los agentes señalados por Dios para
la salvación de los hombres. Cristo dijo: Presten ellos oído a estas
evidencias. Si no escuchan la voz de Dios en su Palabra, el testimonio
de un ser levantado de los muertos no sería escuchado.
Aquellos que prestan oído a Moisés y a los profetas no necesi-
tarán más luz o conocimiento de los que Dios les ha dado; pero si
los hombres rechazan la luz, y dejan de apreciar las oportunidades
que les fueron otorgadas, no oirían si uno de los muertos fuera a
ellos con un mensaje. No se convencerían ni aun por esta evidencia;
porque aquellos que rechazan la ley y los profetas endurecen de tal
suerte su corazón que rechazarían toda luz.
La conversación sostenida entre Abrahán y el hombre que una
vez fuera rico es figurada. La lección que hemos de sacar de ella es
que a todo hombre se le ha concedido el conocimiento suficiente
para la realización de los deberes que de él se exigen. Las respon-
sabilidades del hombre son proporcionales a sus oportunidades y
privilegios. Dios concede a cada uno la luz y la gracia suficientes
para que efectúe la obra que le ha dado. Si el hombre deja de hacer lo
que una pequeña luz le muestra que es su deber, una mayor cantidad
de luz revelará únicamente infidelidad y negligencia en aprovechar
las bendiciones concedidas. “El que es fiel en lo muy poco, también
en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto”
Aquellos que rehúsan ser iluminados por Moisés y
los profetas, y piden que se realice algún maravilloso milagro, no se
convencerían tampoco si su deseo se realizara.
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La parábola del hombre rico y Lázaro muestra cómo son apre-
ciadas en el mundo invisible las dos clases que se representan. No
hay ningún pecado en ser rico, si las riquezas no se adquieren injus-
tamente. Un hombre rico no es condenado por tener riquezas; pero
la condenación descansa sobre él si los medios que se le han confia-
do son gastados egoístamente. Mucho mejor sería que colocara su
dinero ante el trono de Dios, usándolo para lo bueno. La muerte no
puede convertir en pobre a un hombre que de esta manera se dedica
a buscar las riquezas eternas. Pero el hombre que amontona para sí