Página 180 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
El hombre rico no había abandonado la idea de que él era un
hijo de Abrahán, y en su aflicción se lo representa llamándolo pa-
ra pedirle ayuda. “Padre Abrahán—clamó—, ten misericordia de
mí”. No oró a Dios, sino a Abrahán. Así demostró que colocaba
a Abrahán por encima de Dios, y que confiaba en su relación con
Abrahán para obtener la salvación. El ladrón que se hallaba en la
cruz dirigió su oración a Cristo. “Acuérdate de mí cuando vinieres
en tu reino”
dijo. Y al momento vino la respuesta: De cierto te digo
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hoy—mientras cuelgo de la cruz con humillación y sufrimiento—:
tú estarás conmigo en el paraíso. Pero el hombre rico oró a Abrahán,
y su petición no fue concedida. Sólo Cristo es exaltado por “Príncipe
y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados”.
“Y en ningún otro hay salud”
El hombre rico había pasado su vida en la complacencia propia, y
se dio cuenta demasiado tarde de que no había hecho provisión para
la eternidad. Comprendió su insensatez, y pensó en sus hermanos,
los que seguirían el mismo camino que él, viviendo para agradarse
a sí mismos. Entonces hizo esta petición: “Ruégote pues, padre,
que le envíes [a Lázaro] a la casa de mi padre; porque tengo cinco
hermanos; para que les testifique, porque no vengan ellos también
a este lugar de tormento”. Pero Abrahán le dijo: “A Moisés y a los
profetas tienen: óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abrahán: mas
si alguno fuere a ellos de los muertos, se arrepentirán. Mas Abrahán
le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán,
si alguno se levantare de los muertos”.
Cuando el hombre rico solicitó evidencia adicional para sus her-
manos, se le dijo sencillamente que si se les concediera tal evidencia
no se convencerían. Su pedido implica un reproche a Dios. Era como
si el rico hubiera dicho: “Si me hubieses amonestado cabalmente,
no estaría hoy aquí. Se lo representa a Abrahán respondiendo a este
pedido de la siguiente forma: Tus hermanos han sido suficientemen-
te amonestados. Se les ha concedido luz, pero ellos no quisieron ver;
se les ha presentado la verdad, pero no la quisieron oír.
“Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán,
si alguno se levantare de los muertos”. Estas palabras demostraron
ser ciertas en la historia de la nación judía. El último y culminante
milagro de Cristo fue la resurrección de Lázaro de Betania, después
que había estado muerto durante cuatro días. Se les concedió a los
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