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Palabras de Vida del Gran Maestro
Abrahán, al obedecer la voz de Dios, son considerados como sus
verdaderos descendientes. Aunque el mendigo perteneciera a la clase
que los hombres consideraban inferior, Cristo lo reconoció como a
uno con quien Abrahán hubiera tenido la más íntima amistad.
El hombre rico, aunque rodeado de todos los lujos de la vida,
era tan ignorante que colocó a Abrahán en el lugar donde debía
haber estado Dios. Si hubiera apreciado sus exaltados privilegios, y
hubiera permitido que el Espíritu de Dios modelara su mente y su
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corazón, habría tenido una posición completamente distinta. Esto
ocurría también con la nación a la cual representaba. Si hubieran res-
pondido al llamamiento divino, su futuro habría sido completamente
distinto. Habrían demostrado verdadero discernimiento espiritual.
Tenían medios que Dios habría multiplicado, haciendo que fueran
suficientes para bendecir e iluminar a todo el mundo. Pero se ha-
bían separado tanto de las disposiciones de Dios que su vida entera
fue pervertida. No usaron sus dones como mayordomos de Dios,
de acuerdo con la verdad y la justicia. La eternidad no figuraba en
sus cálculos, y el resultado de su infidelidad fue la ruina de toda la
nación.
Cristo sabía que en ocasión de la destrucción de Jerusalén los
judíos recordarían su amonestación. Y así fue. Cuando la calami-
dad vino sobre Jerusalén, cuando el hambre y sufrimientos de todo
género azotaron al pueblo, los judíos recordaron esas palabras de
Cristo, y comprendieron su parábola. Ellos se habían acarreado el
sufrimiento por no dejar que la luz que Dios les concediera brillara
hacia el mundo.
En los últimos días
Las escenas finales de la historia de esta tierra se hallan presenta-
das en la parte final de la historia del hombre rico. Este pretendía ser
hijo de Abrahán, pero se hallaba separado de él por un abismo insal-
vable, esto es, un carácter equivocadamente desarrollado. Abrahán
sirvió a Dios, siguiendo su palabra con fe y obediencia. Pero el
hombre rico no se preocupaba de Dios ni de las necesidades de la
doliente humanidad. El gran abismo que existía entre él y Abrahán
era el abismo de la desobediencia. Hay muchos hoy día que están
siguiendo la misma conducta. Aunque son miembros de la iglesia,