Capítulo 22—Hechos, no palabras
Este capítulo está basado en Mateo 21:23-32.
“Un Hombre tenía dos hijos, y llegando al primero le dijo: Hijo,
ve hoy a trabajar en mi viña. Y respondiendo él, dijo: No quiero;
mas después, arrepentido, fue. Y llegando al otro, le dijo de la misma
manera; y respondiendo él, dijo: Yo, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de
los dos hizo la voluntad de su padre? Dicen ellos: El primero”.
En el Sermón del Monte, Cristo dijo: “No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; mas el que hiciere
la voluntad de mi Padre que está en los cielos”
La prueba de la
sinceridad no reside en las palabras, sino en los hechos. Cristo no
pregunta a ningún hombre: ¿Qué dices más que otros? sino: ¿Qué
haces
Llenas de significado son sus palabras: “Si sabéis estas
cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis”
Las palabras no son
de ningún valor a menos que vayan acompañadas por los hechos
correspondientes. Esta es la lección enseñada en la parábola de los
dos hijos.
Esta parábola fue pronunciada en ocasión de la última visita de
Cristo a Jerusalén antes de su muerte. El había echado del templo
a los que compraban y vendían. Su voz había hablado al corazón
de ellos con el poder de Dios. Asombrados y aterrorizados, habían
obedecido su mandato sin excusa o resistencia.
Cuando desapareció su terror, los sacerdotes y ancianos, al volver
al templo, habían encontrado a Cristo sanando a los enfermos y
los moribundos. Habían oído la voz del regocijo y el cántico de
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alabanza. En el templo mismo, los niños que habían sido sanados,
hacían ondear ramas de palmas y cantaban hosannas al Hijo de
David. Voces infantiles balbuceaban las alabanzas del poderoso
Sanador. Sin embargo, para los sacerdotes y ancianos todo esto no
fue suficiente para vencer su prejuicio y su celo.
Al día siguiente, cuando Cristo estaba enseñando en el templo,
los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo vinieron a
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