Página 212 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Dios. Se exaltan las tradiciones, ordenanzas y costumbres huma-
nas. Los dones de Dios se emplean para fomentar el orgullo y la
complacencia propia, al paso que se olvidan las demandas de Dios.
Al poner a un lado la ley de Dios, los hombres no saben lo
que están haciendo. La ley de Dios es la transcripción de su carác-
ter. Abarca los principios de su reino. El que rehúsa aceptar esos
principios, se está colocando fuera del canal por donde fluyen las
bendiciones de Dios.
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Las gloriosas posibilidades presentadas ante Israel se podían
realizar únicamente mediante la obediencia a los mandamientos
de Dios. La misma elevación de carácter, la misma plenitud de
bendición—bendición de la mente, el alma y el cuerpo, bendición
del hogar y del campo, bendición para esta vida y la venidera—,
podemos obtenerlas únicamente por medio de la obediencia.
Tanto en el mundo espiritual como en el natural, la obediencia
a las leyes de Dios es la condición para llevar fruto. Y cuando los
hombres enseñan a la gente a desobedecer los mandamientos de
Dios, están impidiendo que den fruto para su gloria. Son culpables
de retener del Señor los frutos de su viña.
Los mensajeros de Dios mandados por el Maestro vienen a
nosotros. Vienen, como Cristo, demandando obediencia a la Palabra
de Dios. Piden los frutos de la viña, los frutos del amor, la humildad
y el servicio abnegado. ¿Acaso no hay muchos labradores que,
a semejanza de los dirigentes judíos, se mueven a ira? Cuando
se presentan delante del pueblo las demandas de la ley de Dios,
¿no usan su influencia esos maestros para inducir a los hombres a
rechazarlas? A tales maestros Dios llama siervos infieles.
Las palabras que Dios dirigió al antiguo Israel encierran una so-
lemne amonestación para la iglesia actual y sus dirigentes. De Israel
dijo el Señor: “Escribíle las grandezas de mi ley, y fueron tenidas
por cosas ajenas”
Y él declaró de los sacerdotes y maestros: “Mi
pueblo fue talado porque le faltó sabiduría. Porque tú desechaste
la sabiduría, yo te echaré... pues que olvidaste la ley de tu Dios,
también yo me olvidaré de tus hijos”
¿No se hará caso de las reprensiones de Dios? ¿No se aprove-
charán las oportunidades de servir? ¿Impedirán la mofa del mundo,
el orgullo de la razón, la conformidad a las costumbres y tradiciones
humanas, que los profesos seguidores de Cristo le sirvan? ¿Recha-
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