Página 211 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Un mensaje a la iglesia moderna
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Hay muchos cuyos nombres están en los libros de la iglesia,
pero que no están bajo el dominio de Cristo. No hacen caso de
sus instrucciones ni cumplen con su obra. De aquí que están bajo
el dominio del enemigo. No están haciendo un bien positivo; por
lo tanto, están realizando un daño incalculable. Debido a que su
influencia no es un sabor de vida para vida, es un sabor de muerte
para muerte.
El Señor dice: “¿No había de hacer visitación sobre esto?
Por
cuanto los hijos de Israel no cumplieron con el propósito de Dios,
fueron puestos a un lado, y el Señor extiende su invitación a otros. Si
éstos también son infieles, ¿no serán rechazados de la misma forma?
En la parábola de la viña, Cristo declaró culpables a los labrado-
res. Ellos fueron los que habían rehusado dar a su señor el fruto de su
terreno. Los sacerdotes y magistrados de la nación judía fueron los
que, al descarriar al pueblo, le habían robado a Dios el servicio que
él reclamaba. Fueron ellos los que apartaron de Cristo a la nación.
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La ley de Dios, exenta de tradiciones humanas, fue presentada
por Cristo como la gran norma de obediencia. Esto despertó la ene-
mistad de los rabinos. Ellos habían puesto las enseñanzas humanas
por encima de la Palabra de Dios, y habían apartado al pueblo de sus
preceptos. No estaban dispuestos a renunciar a sus mandamientos
hechos por hombres, a fin de obedecer los requerimientos de la Pala-
bra de Dios. No querían sacrificar, por causa de la verdad, el orgullo
de la razón y la alabanza de los hombres. Cuando Cristo vino, pre-
sentando a la nación las demandas de Dios, los sacerdotes y ancianos
le negaron su derecho de interponerse entre ellos y el pueblo. No
estaban dispuestos a aceptar sus reproches y amonestaciones, y se
propusieron malquistar a la gente con Jesús y así destruirlo.
Ellos fueron responsables del rechazamiento de Cristo, con los
resultados que le siguieron. El pecado de una nación y su ruina se
debieron a los dirigentes religiosos.
¿No obran acaso las mismas influencias en nuestros días? ¿No
están muchos siguiendo los pasos de los dirigentes judíos a seme-
janza de los labradores de la viña del señor? ¿Acaso los dirigentes
religiosos no están apartando a los hombres de los claros requisitos
de la Palabra de Dios? ¿No están educándolos en la transgresión
en vez de la obediencia de la ley de Dios? Desde muchos púlpitos
de las iglesias se enseña a la gente que no es obligatoria la ley de