Página 210 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
tán llamando con insistencia la atención de sus prójimos al último
misericordioso mensaje de amonestación?
Los hombres están en peligro. Las multitudes perecen. ¡Pero
cuán pocos de los profesos seguidores de Cristo sienten anhelo por
esas almas! El destino de un mundo se halla en juego en la balanza;
pero esto apenas si conmueve a los que pretenden creer las verdades
más abarcantes que jamás hayan sido dadas a los mortales. Hay falta
de aquel amor que indujo a Cristo a abandonar su hogar celestial
y tomar la naturaleza humana a fin de que la humanidad pudiera
tocar a la humanidad, y llevarla a la divinidad. Hay un estupor, una
parálisis sobre el pueblo de Dios, que le impide entender el deber de
la hora.
Cuando los israelitas entraron en Canaán, no cumplieron el pro-
pósito de Dios de poseer toda la tierra. Después de hacer una con-
quista parcial, se establecieron para disfrutar de los resultados de
sus victorias. En su incredulidad y amor a la comodidad, se con-
gregaron en las porciones ya conquistadas en vez de proseguir y
ocupar nuevos territorios. Así comenzaron a apartarse de Dios. Al no
cumplir el propósito divino, hicieron imposible que Dios cumpliera
su promesa de bendecirlos. ¿No está haciendo lo mismo la iglesia
de hoy? Teniendo ante ellos a todo el mundo necesitado del Evange-
lio, los profesos cristianos se congregan donde puedan gozar de los
privilegios evangélicos. No sienten la necesidad de ocupar nuevos
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territorios, llevando el mensaje de salvación a las regiones remotas.
Rehúsan cumplir el mandato de Cristo: “Id por todo el mundo; pre-
dicad el Evangelio a toda criatura”
¿Son menos culpables de lo
que fue la iglesia judía?
Los profesos seguidores de Cristo están siendo probados ante
el universo celestial; pero la frialdad de su celo y la debilidad de
sus esfuerzos en el servicio de Dios los señalan como infieles. Si lo
que están haciendo fuera lo máximo que pueden hacer, no caería la
condenación sobre ellos; pero si su corazón estuviera ocupado en la
obra, podrían hacer mucho más. Ellos saben, y el mundo también
lo sabe, que han perdido en gran medida el espíritu de abnegación
y sacrificio. Hay muchos frente a cuyos nombres se encontrará
escrito en los libros del cielo lo siguiente: No son productores,
sino consumidores. Muchos de los que llevan el nombre de Cristo,
oscurecen su gloria, velan su belleza, lo privan de su honor.