Página 209 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Un mensaje a la iglesia moderna
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el pueblo de Dios. Dijo Cristo: “En esto es glorificado mi Padre, en
que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”
Dios reclama toda la tierra como su viña. Aunque ahora esté
en manos del usurpador, pertenece a Dios. Es suya tanto por la
redención como por la creación. Cristo hizo su sacrificio por el
mundo. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito”
Mediante este don único, todos los demás se imparten
a los hombres. Diariamente todo el mundo recibe las bendiciones
de Dios. Cada gota de lluvia, cada rayo de luz prodigados sobre la
humanidad ingrata, cada hoja, flor y fruto, testifican de la tolerancia
de Dios y de su gran amor.
¿Y qué se da en cambio al gran Dador? ¿Cómo consideran los
hombres las demandas de Dios? ¿A quién rinden el servicio de su
vida las multitudes? Sirven a Mammón. La riqueza, la posición, los
placeres del mundo son su blanco. La riqueza se obtiene robando no
sólo a los hombres, sino a Dios. Los hombres usan los dones divinos
para complacer su egoísmo. Todo lo que pueden tomar lo usan para
satisfacer su amor egoísta de placer.
El pecado del mundo de hoy día es el mismo que acarreó la
destrucción de Israel. La ingratitud a Dios, el descuido de las opor-
tunidades y bendiciones, el aprovechamiento egoísta de los dones
de Dios: todo esto estaba comprendido en el pecado que hizo caer la
ira sobre Israel. Estos males están trayendo la ruina al mundo actual.
Las lágrimas que Cristo derramó sobre el Monte de las Olivas
al contemplar la ciudad escogida, no las derramó solamente por
Jerusalén. En la suerte de esta ciudad, él contempló la destrucción
del mundo.
“¡Si también tú conocieses, a lo menos en éste tu día lo que toca
a tu paz! mas ahora está encubierto a tus ojos”
“En éste tu día”. El día está llegando a su fin. Casi ha terminado
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el tiempo de misericordia y privilegios. Se están reuniendo las nubes
de venganza. Los que han rechazado la gracia de Dios, están por ser
envueltos en una ruina súbita e irreparable.
Sin embargo, el mundo duerme. Sus habitantes no conocen el
tiempo de su visitación.
¿Dónde se ha de encontrar la iglesia en esta crisis? ¿Están cum-
pliendo sus miembros con las demandas de Dios? ¿Están cumpliendo
la comisión divina y presentando el carácter de Dios al mundo? ¿Es-