Página 224 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Capítulo 25—Cómo enriquecer la personalidad
Este capítulo está basado en Mateo 25:13-30.
En el Monte de las Olivas, Cristo había hablado a sus discípulos
de su segunda venida al mundo. Había especificado ciertas señales de
la proximidad de su advenimiento y les había dicho a sus discípulos
que velasen y se preparasen. Otra vez les repitió la advertencia:
“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del
hombre ha de venir”. Entonces les hizo ver en qué consistía velar
por su venida. No se debe pasar el tiempo en ociosa espera, sino en
diligente actividad. Tal es la lección que él enseñó en la parábola de
los talentos.
“El reino de los cielos—dijo él—es como un hombre que par-
tiéndose lejos llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. Y a éste
dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme
a su facultad; y luego se partió lejos”.
El hombre que va a un país lejano representa a Cristo, quien,
cuando dijo esta parábola estaba por partir de esta tierra para ir
al cielo. Los “siervos” o esclavos de la parábola representan a los
seguidores de Cristo. No somos nuestros. Hemos sido “comprados...
por precio”, “no con cosas corruptibles, como oro o plata; sino con
la sangre preciosa de Cristo”; “para que los que viven, ya no vivan
para sí, mas para aquel que murió y resucitó por ellos”
Todos los hombres han sido comprados por este precio infinito.
Al derramar todos los tesoros del cielo en este mundo, al darnos en
Cristo todo el cielo, Dios ha comprado la voluntad, los afectos, la
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mente, el alma de cada ser humano. Todos los hombres pertenecen a
Dios, ya sean creyentes o incrédulos. Todos son llamados a servirle,
y en el día del juicio se requerirá de todos que rindan cuenta de la
forma en que hayan respondido a esa demanda.
Sin embargo, no todos reconocen los derechos de Dios. En la
parábola se presenta como sus siervos a los que profesan haber
aceptado el servicio de Cristo.
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