Página 255 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Cómo enriquecer la personalidad
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dones aumentan. Encerrados para el servicio del yo, disminuyen y
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son finalmente quitados. Aquel que rehúsa impartir aquello que ha
recibido, hallará al final que no tiene nada que dar. Está consintiendo
en la realización de un proceso que con toda seguridad empequeñece
y finalmente destruye las facultades del alma.
Nadie piense que podría vivir una vida de egoísmo, y entonces,
habiendo servido a su propio interés, entrar en el gozo de su Señor.
No podría participar en el gozo del amor desinteresado. No estaría
preparado para los atrios celestiales. No podría apreciar la atmósfera
pura del amor que compenetra el cielo. Las voces de los ángeles y
la música de sus arpas no lo satisfarían. Para su mente la ciencia del
cielo sería un enigma.
En el gran día del juicio, aquellos que no han trabajado por Cristo,
los que se han dejado llevar al garete sin cargar responsabilidades,
pensando en sí mismos y agradándose a sí mismos, serán colocados
por el Juez de toda la tierra con aquellos que obraron el mal. Reciben
la misma condenación.
Muchos que profesan ser cristianos desatienden las exigencias
de Dios y no creen que en esto haya algo malo. Ellos saben que el
blasfemo, el asesino, el adúltero merecer castigo; pero por su parte,
gozan de los servicios religiosos. Les gusta oír la predicación del
Evangelio, y por lo tanto se creen cristianos. Aunque han gastado su
vida en el cuidado de sí mismos, serán tan sorprendidos como fue
el siervo infiel de la parábola al oír la sentencia: “Quitadle pues el
talento”. Como los judíos, confunden el gozo de las bendiciones con
el uso que deben hacer de ellas.
Muchos de los que se excusan de hacer esfuerzo cristiano presen-
tan como causa su incapacidad para la obra. ¿Pero los hizo Dios tan
incapaces? No, nunca. La incapacidad fue producida por su propia
inactividad y perpetuada por su elección deliberada. Ya, en su propio
carácter, están percibiendo el resultado de la sentencia: “Quitadle el
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talento”. El continuo mal uso de sus talentos, apagará del todo para
ellos el Espíritu Santo, que es la única luz. La sentencia: “Echadle
en las tinieblas de afuera”, coloca el sello divino sobre la elección
que ellos mismos han hecho para la eternidad.
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