Página 262 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
La lección de esta parábola es para todos. Cada uno será tenido
por responsable de la gracia a él dada por medio de Cristo. La vida
es demasiado solemne para ser absorbida en asuntos temporales o
terrenales. El Señor desea que comuniquemos a otros aquello que el
Eterno e Invisible nos comunica.
Cada año, millones y millones de almas humanas pasan a la
eternidad sin haber sido amonestadas ni salvadas. De hora en hora,
en nuestra vida variada, se nos presentan oportunidades de alcanzar
y salvar almas. Las oportunidades llegan y se van continuamente.
Dios desea que las aprovechemos hasta lo sumo. Pasan los días, las
semanas y los meses y tenemos un día, una semana, un mes menos
en que hacer nuestra obra. Algunos años más, cuando mucho, y la
voz a la cual no podemos negarnos a contestar, será oída diciendo:
“Da cuenta de tu mayordomía”.
Cristo invita a todos a reflexionar. Haced cálculos honrados.
Poned en un platillo de la balanza a Jesús, que significa tesoro eterno,
vida, verdad, cielo, y el gozo de Cristo en las almas redimidas; poned
en el otro todas las atracciones que el mundo pueda ofrecer. En un
platillo de la balanza poned la pérdida de vuestra propia alma y de
las almas de aquellos para cuya salvación podríais haber sido un
instrumento; en el otro, para vosotros y para ellos, una vida que
se mide con la vida de Dios. Pesad para el tiempo y la eternidad.
Mientras estáis así ocupados, Cristo habla: “¿Qué aprovechará al
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hombre, si granjeare todo el mundo y perdiere su alma?
Dios desea que escojamos lo celestial en vez de lo terrenal. Nos
presenta las posibilidades de una inversión celestial. Quisiera esti-
mular nuestros más elevados blancos, asegurar nuestro más selecto
tesoro. Declara: “Haré más precioso que el oro fino al varón, y más
que oro de Ofir al hombre”
Cuando hayan sido arrasadas las rique-
zas que la polilla devora y el orín corrompe, los seguidores de Cristo
podrán regocijarse en su tesoro celestial, las riquezas imperecederas.
Mejor que toda la amistad del mundo es la amistad de los redi-
midos de Cristo. Mejor que un título de propiedad para el palacio
más noble de la tierra es un título a las mansiones que nuestro Señor
ha ido a preparar. Y mejores que todas las palabras de alabanza
terrenal, serán las palabras del Salvador a sus siervos fieles: “Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde
la fundación del mundo”