Página 272 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
de esperanza, palabras que establezcan la confianza y despierten en
ellos el amor.
Tu hermano, enfermo de espíritu, te necesita, como tú mismo
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necesitaste el amor de un hermano. Necesita la experiencia de uno
que ha sido tan débil como él, de uno que pueda simpatizar con
él y ayudarle. El conocimiento de nuestra propia debilidad debe
ayudarnos a auxiliar a otros en su amarga necesidad. Nunca debemos
pasar por alto un alma que sufre sin tratar de impartirle el consuelo
con que somos nosotros consolados de Dios.
Es la comunión con Cristo, el contacto personal con un Salvador
vivo, lo que habilita la mente, el corazón y el alma para triunfar sobre
la naturaleza inferior. Háblese al errante de una mano todopoderosa
que lo sostendrá, de una humanidad infinita en Cristo que lo compa-
dece. No le basta a él creer en la ley y la fuerza, cosas que no tienen
compasión, ni oyen el pedido de ayuda. Necesita asir una mano
cálida, confiar en un corazón lleno de ternura. Mantened su mente
fija en el pensamiento de una presencia divina que está siempre a su
lado, que siempre lo mira con amor compasivo. Invitadlo a pensar
en el corazón de un Padre que siempre se entristece por el pecado,
en la mano de un Padre que está todavía extendida, en la voz de un
Padre que dice: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo
paz, sí, haga paz conmigo”
Cuando os dedicáis a esta obra, tenéis compañeros invisibles
para los ojos humanos. Los ángeles del cielo estaban al lado del
samaritano que atendió al extranjero herido. Y están al lado de todos
aquellos que prestan servicio a Dios ministrando a sus semejantes.
Y tenéis la cooperación de Cristo mismo. El es el restaurador, y
mientras trabajéis bajo su dirección, veréis grandes resultados.
De nuestra fidelidad en esta obra, no sólo depende el bienestar
de otros, sino nuestro propio destino eterno. Cristo está tratando de
elevar a todos aquellos que quieran ser elevados a un compañerismo
consigo, para que podamos ser uno con él, como él es uno con el
Padre. Nos permite llegar a relacionarnos con el sufrimiento y la
calamidad a fin de sacarnos de nuestro egoísmo; trata de desarrollar
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en nosotros los atributos de su carácter: la compasión, la ternura y
el amor. Aceptando esta obra de ministración, nos colocamos en su
escuela, a fin de ser hechos idóneos para las cortes de Dios. Recha-