Página 46 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
cuyo carácter lo niega, el maligno hace que Dios sea deshonrado,
que la obra de la salvación quede falseada y que las almas peligren.
Los siervos de Cristo se entristecen al ver a los verdaderos y
los falsos creyentes mezclados en la iglesia. Anhelan hacer algo
para limpiar la iglesia. Como los siervos del padre de familia, están
listos para desarraigar la cizaña. Pero Cristo les dice: “No; porque
cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo. Dejad
crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega”.
Cristo ha enseñado claramente que aquellos que persisten en
pecados manifiestos deben ser separados de la iglesia; pero no nos
ha encomendado la tarea de juzgar el carácter y los motivos. El
conoce demasiado bien nuestra naturaleza para confiarnos esta obra
a nosotros. Si tratásemos de extirpar de la iglesia a aquellos que
suponemos cristianos falsos, cometeríamos seguramente errores.
A menudo consideramos sin esperanza a los mismos a quienes
Cristo está atrayendo hacia sí. Si tuviéramos nosotros que tratar
con estas almas de acuerdo con nuestro juicio imperfecto tal vez
ello extinguiría su última esperanza. Muchos que se creen cristianos
serán hallados faltos al fin. En el cielo habrá muchos de quienes sus
prójimos suponían que nunca entrarían allí. El hombre juzga por la
apariencia, pero Dios juzga el corazón. La cizaña y el trigo han de
crecer juntamente hasta la cosecha; y la cosecha es el fin del tiempo
de gracia.
Existe otra lección en las palabras del Salvador, una lección
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de maravillosa clemencia y tierno amor. Así como la cizaña tiene
sus raíces estrechamente entrelazadas con las del buen grano, los
falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrechamente unidos con
los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos
creyentes no es plenamente manifiesto. Si se los separase de la
iglesia, se haría tropezar a otros que, de no mediar esto, habrían
permanecido firmes.
La enseñanza de esta parábola queda ilustrada en el propio trato
de Dios con los hombres y los ángeles. Satanás es un engañador.
Cuando él pecó en el cielo, aun los ángeles leales no discernieron
plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual Dios no destruyó
en el acto a Satanás. Si lo hubiese hecho, los santos ángeles no
hubieran percibido la justicia y el amor de Dios. Una duda acerca
de la bondad de Dios habría sido una mala semilla productora de