Pequeños comienzos, grandes resultados
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Cristo, solo, reprendiendo el orgullo y el formalismo de la nación
judía. Ved a los primeros portadores del Evangelio a Europa. Cuán
oscura, cuán desesperada parecía la misión de Pablo y Silas, los dos
tejedores de tiendas, cuando, junto con sus compañeros, tomaron
el barco en Troas para Filipo. Ved a “Pablo el anciano”, encade-
nado, predicando a Cristo en la fortaleza de los Césares. Ved las
pequeñas comunidades de esclavos y labriegos en conflicto con el
paganismo de la Roma imperial. Ved a Martín Lutero oponiéndose a
la poderosa iglesia que es la obra maestra de la sabiduría del mundo.
Vedle aferrándose a la Palabra de Dios frente al emperador y al papa,
declarando: “Aquí hago mi decisión; no puedo hacer de otra manera.
Que Dios me ayude”. Ved a Juan Wesley predicando a Cristo y su
justicia en medio del formalismo, el sensualismo y la incredulidad.
Ved a un hombre agobiado por los clamores del mundo pagano,
suplicando el privilegio de llevarles el mensaje de amor de Cristo.
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Escuchad la respuesta del clericalismo: “Siéntese, joven; cuando
Dios quiera convertir a los paganos lo hará sin su ayuda ni la mía”.
Los grandes dirigentes del pensamiento religioso de esta gene-
ración hicieron sonar las alabanzas y edificaron los monumentos
de aquellos que plantaron hace siglos la semilla de la verdad. ¿No
se vuelven muchos de esta obra para pisotear el crecimiento que
brota de la misma semilla hoy en día? Se repite el antiguo clamor:
“Nosotros
sabemos
que a Moisés habló Dios, mas éste [Cristo en
la persona del mensajero que envía] no sabemos de dónde es”
Así como en los primeros siglos, las verdades especiales para este
tiempo se hallan, no en posesión de las autoridades eclesiásticas,
sino de los hombres y las mujeres que no son demasiado sabios o
demasiado instruidos para creer en la palabra de Dios.
“Porque mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos
sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles;
antes lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios;
y lo flaco del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte; y lo
vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es,
para deshacer lo que es”; “para que vuestra fe no esté fundada en
sabiduría de hombres, mas en poder de Dios”
Y en esta última generación la parábola de la semilla de mostaza
ha de alcanzar un notable y triunfante cumplimiento. La pequeña
simiente llegará a ser un árbol. El último mensaje de amonestación