Página 50 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
ron métodos y planes. Pero Cristo implanta un principio. Inculcando
la verdad y la justicia, contrarresta el error y el pecado.
Mientras Jesús presentaba esta parábola, podían verse plantas de
mostaza lejos y cerca, elevándose por sobre la hierba y los cereales,
meciendo suavemente sus ramas en el aire. Los pájaros revoloteaban
de rama en rama, y cantaban en medio de su frondoso follaje. Sin
embargo la semilla que dio origen a estas plantas gigantes era una
de las más pequeñas. Al principio proyectó un tierno brote; pero
era de una potente vitalidad, y creció y floreció hasta que alcanzó el
gran tamaño que entonces tenía. Así el reino de Cristo al principio
parecía humilde e insignificante. Comparado con los reinos de la
tierra parecía el menor de todos. La aseveración de Cristo de que era
rey fue ridiculizada por los gobernantes de este mundo. Sin embargo,
en las grandes verdades encomendadas a los seguidores de Cristo, el
reino del Evangelio poseía una vida divina. ¡Y cuán rápido fue su
crecimiento, cuán amplia su influencia! Cuando Cristo pronunció
esta parábola, había solamente unos pocos campesinos galileos que
representaban el nuevo reino. Su pobreza, lo escaso de su número,
era presentado repetidas veces como razón por la cual los hombres
no debían unirse con estos sencillos pescadores que seguían a Jesús.
Pero la semilla de mostaza había de crecer y extender sus ramas a
través del mundo. Cuando pereciesen los gobiernos terrenales, cuya
gloria llenaba entonces los corazones humanos, el reino de Cristo
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seguiría siendo una fuerza poderosa y de vasto alcance.
De esta manera, la obra de la gracia en el corazón es pequeña en
su comienzo. Se habla una palabra, un rayo de luz brilla en el alma,
se ejerce una influencia que es el comienzo de una nueva vida; ¿y
quién puede medir sus resultados?
En la parábola de la simiente de mostaza no sólo se ilustra el
crecimiento del reino de Cristo, sino que en cada etapa de su cre-
cimiento la experiencia representada en la parábola se repite. Dios
tiene una verdad especial y una obra especial para su iglesia en
cada generación. La verdad, oculta a los hombres sabios y prudentes
del mundo, es revelada a los humildes y a los que son como niños.
Exige sacrificios. Tiene batallas que luchar y victorias que ganar.
Al principio son pocos los que la defienden. Ellos son contrarresta-
dos y desdeñados por los grandes hombres del mundo y la iglesia
que se conforma al mundo. Ved a Juan el Bautista, el precursor de