Cómo instruir y guardar a los hijos
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frío de su primogénito y los primogénitos de todos los que estaban
en su casa y de todas las familias de su reino, hasta que las aguas
cubrieron sus caballos, sus carros y sus guerreros. Su historia es
una tremenda ilustración de la verdad de las palabras de que “todo
lo que el hombre sembrare, eso también segará”
Si los hombres
comprendieran esto, tendrían cuidado de la semilla que siembran.
Puesto que la semilla sembrada produce una cosecha, y ésta a
su vez es sembrada, la cosecha se multiplica. Esta ley se cumple en
nuestra relación con otros. Cada acto, cada palabra, es una semilla
que llevará fruto. Cada acto de bondad bien pensado, de obediencia o
de abnegación, se reproducirá en otros, y por medio de ellos, todavía
en otros, así como cada acto de envidia, malicia o disensión es una
semilla que brotará en “raíz de amargura”
con la cual muchos serán
contaminados. ¡Y cuánto mayor será el número de los envenenados
por los “muchos”! Así prosigue la siembra del bien y del mal para
el tiempo y la eternidad.
* * * * *
La liberalidad, tanto en lo espiritual como en las cosas tempora-
les, se enseña en la lección de la semilla sembrada. El Señor dice:
“Dichosos vosotros los que sembráis sobre todas aguas”
“Esto
empero digo: El que siembra escasamente también segará escasa-
mente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también
segará”
El sembrar sobre todas las aguas significa impartir conti-
nuamente los dones de Dios. Significa dar dondequiera que la causa
de Dios o las necesidades de la humanidad demanden nuestra ayuda.
Esto no ocasionará la pobreza. “El que siembra en bendiciones, en
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bendiciones también segará”. El sembrador multiplica su semilla
esparciéndola. Tal ocurre con aquellos que son fieles en la distri-
bución de los dones de Dios. Impartiendo sus bendiciones, éstas
aumentan. Dios les ha prometido una cantidad suficiente a fin de que
puedan continuar dando. “Dad, y se os dará; medida buena, apretada,
remecida, y rebosando darán en vuestro seno”
Y abarca más que esto la siembra y la cosecha. Cuando distri-
buimos las bendiciones temporales de Dios, la evidencia de nuestro
amor y simpatía despierta en el que las recibe la gratitud y el agra-
decimiento a Dios. Se prepara el terreno del corazón para recibir