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Palabras de Vida del Gran Maestro
La levadura, algo completamente externo, debe ser colocada den-
tro de la harina antes que el cambio deseado pueda operarse en la
misma. Así la gracia de Dios debe ser recibida por el pecador antes
que pueda ser hecho apto para el reino de gloria. Toda la cultura
y la educación que el mundo puede dar, no podrán convertir a una
criatura degradada por el pecado en un hijo del cielo. La energía
renovadora debe venir de Dios. El cambio puede ser efectuado sólo
por el Espíritu Santo. Todos los que quieran ser salvos, sean encum-
brados o humildes, ricos o pobres, deben someterse a la operación
de este poder.
Como la levadura, cuando se mezcla con la harina, obra desde
adentro hacia afuera, tal ocurre con la renovación del corazón que
la gracia de Dios produce para transformar la vida. No es suficiente
un mero cambio externo para ponernos en armonía con Dios. Hay
muchos que tratan de reformarlo corrigiendo este o aquel mal hábito,
y esperan llegar a ser cristianos de esta manera, pero ellos están
comenzando en un lugar erróneo. Nuestra primera obra tiene que
ver con el corazón.
El profesar la fe y el poseer la verdad en el alma son dos cosas
diferentes. El mero conocimiento de la verdad no es suficiente. Pode-
mos poseer ese conocimiento, pero el tenor de nuestros pensamientos
puede seguir siendo el mismo. El corazón debe ser convertido y san-
tificado.
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El hombre que trata de guardar los mandamientos de Dios so-
lamente por un sentido de obligación—porque se le exige que lo
haga—nunca entrará en el gozo de la obediencia. El no obedece.
Cuando los requerimientos de Dios son considerados como una
carga porque se oponen a la inclinación humana, podemos saber
que la vida no es una vida cristiana. La verdadera obediencia es el
resultado de la obra efectuada por un principio implantado dentro.
Nace del amor a la justicia, el amor a la ley de Dios. La esencia de
toda justicia es la lealtad a nuestro Redentor. Esto nos inducirá a
hacer lo bueno porque es bueno, porque el hacer el bien agrada a
Dios.
La gran verdad de la conversión del corazón por el Espíritu Santo
es presentada en las palabras que Cristo dirigiera a Nicodemo: “De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver
el reino de Dios... Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que