Página 69 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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El mayor tesoro
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Profesaban creer en las Escrituras del Viejo Testamento, y sin em-
bargo rehusaron aceptar el testimonio que contenían con respecto
a la vida y el carácter de Cristo. Temían ser convencidos, no fuera
que se convirtieran y se vieran impelidos a abandonar sus opiniones
preconcebidas. El tesoro del Evangelio, el Camino, la Verdad y la
Vida estaba entre ellos, pero rechazaron la dádiva más grande que
los cielos pudieran conceder.
“Aun de los príncipes, muchos creyeron en él—leemos—, mas
por causa de los fariseos no le confesaban, por no ser echados de la
sinagoga”
Estaban convencidos. Creían que Jesús era el Hijo de
Dios; pero el confesarlo no estaba de acuerdo con sus ambiciosos
deseos. No tenían la fe que podría haberles conseguido el tesoro
celestial. Estaban buscando tesoro mundanal.
Y los hombres de nuestros días están buscando afanosamente
los tesoros terrenales. Su mente está llena de pensamientos egoístas
y ambiciosos. Por ganar las riquezas, el honor o el poder mundanos,
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colocan las máximas, las tradiciones y los mandamientos de los
hombres por encima de los requisitos de Dios. Las riquezas de su
Palabra se hallan ocultas a estas personas.
“El hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios, porque le son locura; y no las puede entender, porque se han
de examinar espiritualmente”
“Si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pier-
den está encubierto: en los cuales el dios de este siglo cegó los
entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la
lumbre del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de
Dios”
El valor del tesoro
El Salvador vio que los hombres estaban absortos en conseguir
ganancias y perdían de vista las realidades eternas. Intentó corregir
este mal. Trató de romper el hechizo infatuador que paralizaba el
alma. Elevando su voz clamó: “¿De qué aprovecha al hombre, si
granjeare todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué recompensa
dará el hombre por su alma?
Cristo presenta ante la humanidad
caída el mundo más noble que ha perdido de vista, a fin de que
contemplen las realidades eternas. Los transporta hasta los umbrales