Página 78 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
la luz del cielo y orando para recibirla; y cuando Cristo se les reveló,
lo recibieron con alegría.
En la parábola, la perla no es presentada como dádiva. El tra-
tante la compró a cambio de todo lo que tenía. Muchos objetan el
significado de esto, puesto que Cristo es presentado en las Escrituras
como un don. El es un don, pero únicamente para aquellos que se
entregan a él sin reservas, en alma, cuerpo y espíritu. Hemos de
entregarnos a Cristo para vivir una vida de voluntaria obediencia a
todos sus requerimientos. Todo lo que somos, todos los talentos y
facultades que poseemos son del Señor, para ser consagrados a su
servicio. Cuando de esta suerte nos entregamos por completo a él,
Cristo, con todos los tesoros del cielo, se da a sí mismo a nosotros.
Obtenemos la perla de gran precio.
La salvación es un don gratuito, y sin embargo ha de ser com-
prado y vendido. En el mercado administrado por la misericordia
divina, la perla preciosa se representa vendiéndose sin dinero y sin
precio. En este mercado, todos pueden obtener las mercancías del
cielo. La tesorería que guarda las joyas de la verdad está abierta para
todos. “He aquí he dado una puerta abierta delante de ti—declara
el Señor—, la cual ninguno puede cerrar”. Ninguna espada guarda
el paso por esa puerta. Las voces que provienen de los que están
adentro y de los que están a la puerta dicen: Ven. La voz del Salvador
nos invita con amor fervoroso: “Yo te amonesto que de mí compres
oro afinado en fuego, para que seas hecho rico”
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El Evangelio de Cristo es una bendición que todos pueden poseer.
El más pobre es tan capaz de comprar la salvación como el más rico;
porque no se puede conseguir por ninguna cantidad de riqueza mun-
danal. La obtenemos por una obediencia voluntaria, entregándonos
a Cristo como su propia posesión comprada. La educación, aunque
sea de la clase más elevada, no puede por sí misma traer al hombre
más cerca de Dios. Los fariseos fueron favorecidos con todas las
ventajas temporales y espirituales, y dijeron con jactancioso orgullo:
Nosotros somos ricos, y estamos enriquecidos, y no tenemos necesi-
dad de ninguna cosa; aunque eran cuitados y miserables y pobres y
ciegos y desnudos
Cristo les ofreció la perla de gran precio, mas
desdeñaron aceptarla, y él les dijo: “Los publicanos y las rameras os
van delante al reino de Dios”