Página 79 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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La perla de gran precio
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No podemos ganar la salvación, pero debemos buscarla con tanto
interés y perseverancia como si abandonáramos todas las cosas del
mundo por ella.
Hemos de buscar la perla de gran precio, pero no en los emporios
del mundo y por medio de los métodos mundanos. El precio que se
nos exige no es oro ni plata, porque estas cosas pertenecen a Dios.
Abandonad la idea de que las ventajas temporales o espirituales
ganarán vuestra salvación. Dios pide vuestra obediencia voluntaria.
El os pide que abandonéis vuestros pecados. “Al que venciere—
declara Cristo—, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así
como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”
Hay algunos que parecen estar siempre buscando la perla ce-
lestial. Pero no hacen una entrega total de sus malos hábitos. No
mueren al yo para que Cristo viva en ellos. Por lo tanto no encuen-
tran la perla preciosa. No han vencido la ambición no santificada y el
amor a las atracciones mundanas. No toman la cruz y siguen a Cristo
en el camino de la abnegación y de la renunciación propia. Casi
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cristianos, aunque todavía no totalmente, parecen estar cerca del
reino de los cielos, pero no pueden entrar. Casi, pero no totalmente
salvos, significa ser no casi sino totalmente perdidos.
La parábola del tratante que busca buenas perlas tiene un doble
significado: se aplica no solamente a los hombres que buscan el reino
de los cielos, sino también a Cristo, que busca su herencia perdida.
Cristo, el comerciante celestial, que busca buenas perlas, vio en
la humanidad extraviada la perla de gran precio. En el hombre,
engañado y arruinado por el pecado, vio las posibilidades de la
redención. Los corazones que han sido el campo de batalla del
conflicto con Satanás, y que han sido rescatados por el poder del
amor, son más preciosos para el Redentor que aquellos que nunca
cayeron. Dios dirigió su mirada a la humanidad no como a algo vil
y sin mérito; la miró en Cristo, y la vio como podría llegar a ser por
medio del amor redentor. Reunió todas las riquezas del universo, y
las entregó para comprar la perla. Y Jesús, habiéndola encontrado,
la vuelve a engastar en su propia diadema. “Serán engrandecidos en
su tierra como piedras de corona”. “Y serán míos, dijo Jehová de los
ejércitos, en el día que yo tengo de hacer tesoro”
Pero Cristo como perla preciosa, y nuestro privilegio de poseer
este tesoro celestial, es el tema en el cual más necesitamos meditar.