Página 32 - Reavivamientos Modernos (1974)

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Reavivamientos Modernos
Cristo. Cristo fue el canal por cuyo medio pudieron fluir la misericor-
dia, el amor y la justicia del corazón de Dios al corazón del pecador.
“El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad”.
1 Juan 1:9
.
Toda alma puede decir: “Mediante su perfecta obediencia, Cristo
ha satisfecho las demandas de la ley, y mi única esperanza radica
en acudir a él como mi sustituto y garantía, el que obedeció la ley
perfectamente por mí. Por fe en sus méritos, estoy libre de la conde-
nación de la ley. Me reviste con su justicia, que responde a todas las
demandas de la ley. Estoy completo en Aquel que produce la justicia
eterna. El me presenta a Dios con la vestimenta inmaculada en la
cual no hay una hebra que fue entretejida por instrumento humano
alguno. Todo es de Cristo y toda la gloria, el honor y la majestad
han de darse al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.
Muchos piensan que deben esperar un impulso especial a fin de
que puedan ir a Cristo; pero sólo es necesario acudir con sinceridad
de propósito, decidiendo aceptar los ofrecimientos de misericordia y
gracia que nos han sido extendidos. Hemos de decir: “Cristo murió
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para salvarme. El deseo del Señor es que sea salvado, e iré a Jesús sin
demora, tal como soy. Me aventuraré a aceptar su promesa. Cuando
Cristo me atraiga, responderé”. El apóstol dice: “Con el corazón
se cree para justicia”.
Romanos 10:10
. Nadie puede creer con el
corazón para justicia y obtener así la justificación por la fe mientras
continúe en la práctica de aquellas cosas que prohíbe la Palabra de
Dios, o mientras descuide cualquier deber conocido.
Las buenas obras como fruto de la fe
La fe genuina se manifestará en buenas obras, pues las buenas
obras son frutos de la fe. Cuando Dios actúa en el corazón y el
hombre entrega su voluntad a Dios y coopera con él, efectúa en
la vida lo que Dios pone allí mediante el Espíritu Santo, y hay
armonía entre el propósito del corazón y la práctica de la vida.
Debe renunciarse a cada pecado como a lo aborrecible que crucificó
al Señor de la vida y de la gloria, y el creyente debe tener una
experiencia progresiva al hacer continuamente las obras de Cristo. La
bendición de la justificación se retiene mediante la entrega continua
de la voluntad y la obediencia constante.