Capítulo 4—El equilibrio entre la fe y las obras
Un testimonio vivo
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan”. Hay muchos en el mundo cristiano que pretenden
que todo lo que es necesario para la salvación es tener fe; las obras
no significan nada; la fe es lo único esencial. Pero la Palabra de Dios
nos dice que la fe sin las obras es muerta.
Muchos rehúsan obedecer los mandamientos de Dios, y sin em-
bargo destacan mucho la fe. Pero la fe debe tener un fundamento.
Las promesas de Dios están dadas todas bajo condiciones. Si hace-
mos su voluntad, si andamos en la verdad, entonces podemos pedir
lo que queremos, y nos será hecho. Mientras hacemos fervientes
esfuerzos para ser obedientes, Dios oirá nuestras peticiones; pero
él no nos bendecirá en la desobediencia. Si elegimos desobedecer
sus mandamientos, podemos clamar: “Fe, fe, sólo hay que tener fe”,
y la respuesta la recibiremos de la segura Palabra de Dios: “La fe
sin obras es muerta”. Semejante fe será como metal que resuena y
címbalo que retiñe.
A fin de tener los beneficios de la gracia de Dios, debemos
hacer nuestra parte; debemos trabajar con fidelidad, y producir frutos
dignos de arrepentimiento. Somos obreros juntamente con Dios. No
hemos de sentarnos en la indolencia, esperando alguna ocasión
grandiosa para realizar una gran obra por el Maestro. No habéis de
descuidar el deber que encontráis directamente en vuestro sendero;
pero habéis de aprovechar las oportunidades que se abren delante de
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vosotros. Habéis de proseguir haciendo lo mejor que podáis en los
trabajos más pequeños de la vida, asumiendo de todo corazón y con
toda fidelidad la obra que la providencia de Dios os ha asignado. Por
pequeña que sea, debéis hacerla con todo el cuidado con que haríais
una obra mayor. Vuestra fidelidad será aprobada en los registros del
cielo.
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