El equilibrio entre la fe y las obras
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No necesitáis esperar que vuestro camino sea suavizado delante
de vosotros. Empezad a trabajar para utilizar los talentos que se os
han confiado. No tenéis nada que hacer con lo que el mundo pensará
acerca de vosotros. Que vuestras palabras, vuestro espíritu, vuestras
acciones, sean un testimonio vivo de Jesús, y el Señor cuidará de
que el testimonio dado para su gloria, presentado en una vida bien
ordenada y en una conversación piadosa, pueda profundizarse e
intensificarse con poder. Sus resultados pueden nunca ser conocidos
en la tierra, pero serán manifestados delante de Dios y de los ángeles.
¿Cuál es mi parte?
Hemos de hacer todo lo que podemos, todo lo que está de nuestra
parte para pelear la buena batalla de la fe. Hemos de luchar, de tra-
bajar, de esforzarnos, de agonizar para entrar por la puerta estrecha.
Hemos de poner al Señor siempre delante de nosotros. Con manos
limpias, con corazones puros, hemos de buscar el honor de Dios
en todos nuestros caminos. Se ha provisto ayuda para nosotros en
Aquel que es poderoso para salvar. El espíritu de verdad y de luz nos
vivificará y renovará por su actuación misteriosa; pues todo nuestro
progreso espiritual viene de Dios, no de nosotros. El verdadero obre-
ro tendrá poder divino que lo ayude, pero el ocioso no será sostenido
por el Espíritu de Dios.
En un sentido dependemos de nuestra propia energía; hemos de
luchar fervorosamente para ser celosos y para arrepentirnos, para
limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones de toda conta-
minación; hemos de alcanzar la norma más alta, creyendo que Dios
nos ayudará en nuestros esfuerzos. Debemos buscar si queremos
encontrar, y buscar con fe; debemos llamar, para que la puerta nos
sea abierta. La Biblia enseña que todo lo que se relaciona con nuestra
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salvación depende de nuestra propia conducta. Si perecemos, la res-
ponsabilidad descansará totalmente sobre nosotros. Si la provisión
ya está hecha, y si aceptamos los términos de Dios, podemos echar
mano de la vida eterna. Debemos ir a Cristo con fe, debemos ser
diligentes para hacer firme nuestra vocación y elección.