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Reavivamientos Modernos
La relación con Cristo: ¿Falsa o verdadera?
Existen en la iglesia personas que creen y otras que no creen.
Cristo presenta estas dos clases en su parábola de la viña y de sus
ramas. El exhorta a sus seguidores: “Permaneced en mí, y yo en
vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis
en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en
mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer”.
Existe una amplia diferencia entre una pretendida unión y una
verdadera conexión con Cristo por medio de la fe. Una profesión de
verdad coloca a los hombres en la iglesia, pero esto no prueba que
ellos tengan una conexión vital con la Vid viviente. Se nos da una
regla con la cual puede distinguirse el verdadero discípulo de aquel
que pretende seguir a Cristo pero no tiene fe en él. La primera clase
lleva fruto; la otra, no tiene fruto. La una se ve sujeta con frecuencia
a la tijera podadora de Dios para que lleve más fruto; la otra, como
rama marchita, ha de ser cortada antes de mucho de la Vid viviente...
Las fibras de las ramas son casi idénticas a las de la vid. La
comunicación de vida, fuerza y producción de frutos del tronco a
las ramas es libre y constante. La raíz envía su nutrición por medio
de la rama. Tal es la verdadera relación del creyente con Cristo. El
permanece en Jesús y recibe su alimento de él.
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Es algo personal
Esta relación espiritual puede ser establecida tan sólo por medio
del ejercicio de la fe personal. Esta fe debe expresarse de parte de
nosotros en una suprema preferencia, en una perfecta confianza, en
una total consagración. Nuestra voluntad debe ser completamente
sometida a la voluntad divina, nuestros sentimientos, nuestros de-
seos, nuestros intereses y nuestro honor deben ser identificados con
la prosperidad del reino de Cristo y el honor de su causa, mientras
nosotros recibimos constantemente gracia de él, y mientras Cristo
acepta nuestra gratitud.
Cuando se establece esta intimidad de nuestra conexión y comu-
nión con él, nuestros pecados son puestos sobre Jesús; su justicia