Salvados solamente “en Cristo”
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nos es imputada a nosotros. El fue hecho pecado por nosotros para
que nosotros seamos hechos justicia de Dios en él. Tenemos acceso
a Dios por medio de él; somos aceptos en el Amado...
Fue en el momento en que Cristo estaba por dejar a sus discípulos
cuando les dio el hermoso emblema de su relación con los creyentes.
El había estado presentando delante de ellos la unión estrecha que
debían tener con él, por la cual ellos pudieran mantener la vida
espiritual cuando su presencia visible les fuera retirada. Para grabar
este pensamiento en sus mentes les presentó el símbolo de la vid
como el más destacado y apropiado...
Todos los seguidores de Cristo tienen un interés tan profundo
en esta lección como lo tenían los discípulos que escucharon sus
palabras. En la apostasía, el hombre se separa de Dios. La separación
es amplia y terrible; pero Cristo ha hecho provisión de nuevo para
relacionarnos consigo. El poder del mal está tan identificado con la
naturaleza humana que ningún hombre puede vencerlo excepto por
su unión con Cristo. Por medio de esta unión recibimos poder moral
y espiritual. Si tenemos el espíritu de Cristo llevaremos el fruto de
justicia, fruto que honrará y bendecirá a los hombres, y glorificará a
Dios.
El Padre es el labrador. Con maestría y con misericordia él poda
cada rama que lleva fruto. Los que comparten los sufrimientos y
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el vituperio de Cristo ahora compartirán su gloria en el más allá.
“Por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Sus ángeles
ministran en favor de ellos. En su segunda aparición será como el
Hijo del hombre, identificándose de esta manera con la humanidad
aun en su gloria. A los que se han unido con él les dice: “¿Se olvidará
la mujer de lo que dio a luz?... Aunque olvide ella, yo nunca me
olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo
esculpida; delante de mí están siempre tus muros”.
Podando las ramas
¡Oh, qué extraordinarios privilegios nos son acordados!
¿No haremos los más fervientes esfuerzos para entrar en esta
alianza con Cristo, por medio de la cual solamente se obtienen
estas bendiciones? ¿No nos separaremos de nuestros pecados por
la justicia y de nuestras iniquidades volviéndonos al Señor? El