Capítulo 7—Sigue siendo una lucha
Lo que ha hecho el pecado
Necesitamos comprender más claramente de lo que solemos
las contingencias del gran conflicto en que estamos empeñados.
Necesitamos comprender más ampliamente el valor de las verdades
de la Palabra de Dios, y el peligro de consentir que el gran engañador
aparte de ella nuestra mente.
El valor infinito del sacrificio requerido para nuestra redención
pone de manifiesto que el pecado es un tremendo mal, que ha des-
compuesto todo el organismo humano, pervertido la mente y co-
rrompido la imaginación. El pecado ha degradado las facultades del
alma. Las tentaciones del exterior hallan eco en el corazón, y los
pies se dirigen imperceptiblemente hacia el mal.
Así como el sacrificio en beneficio nuestro fue completo, también
debe ser completa nuestra restauración de la corrupción del pecado.
La ley de Dios no disculpará ningún acto de perversidad; ninguna
injusticia escapará a su condenación. El sistema moral del Evangelio
no reconoce otro ideal que el de la perfección del carácter divino...
Exige perseverancia
Los agravios no pueden repararse, ni tampoco pueden realizarse
reformas en la conducta mediante unos cuantos esfuerzos débiles
e intermitentes. La formación del carácter es tarea, no de un día ni
de un año, sino de toda la vida. La batalla para vencerse a sí mismo,
para lograr la santidad y el cielo, es una lucha de toda la vida. Sin
continuo esfuerzo y constante actividad, no puede haber adelanto en
la vida divina, ni puede obtenerse la corona de victoria.
La prueba más evidente de la caída del hombre de un estado
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superior es el hecho de que tanto cuesta volver a él. El camino
de regreso se puede recorrer sólo mediante rudo batallar, hora tras
hora, y adelantando paso a paso. En un momento, por una acción
precipitada o por descuido, podemos ponernos bajo el poder del
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