Página 143 - Recibir

Basic HTML Version

Junto a las madres guiando a sus pequeñitos, 8 de mayo
Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico
también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová.
1 Samuel 1:27, 28
.
Las madres cristianas deberían saber que son obreras juntamente con Dios en
la obra de enseñar y disciplinar a sus hijos, y en la misión de capacitarlos para que
reflejen el carácter de Cristo. En este ministerio cuentan con la cooperación de los
ángeles celestiales. Lamentablemente, esta tarea es tristemente descuidada y, de
este modo, despojan a Cristo de su herencia: los miembros menores de la familia.
Sin embargo, cuando el Espíritu Santo habita en el creyente, la humanidad puede
colaborar con la divinidad.
Las lecciones que Cristo nos imparte al recibir a los niños deberían dejar una
impresión muy profunda en nuestras mentes. Sus palabras estimulan a los padres
a traer a sus hijos al Maestro. Podrán ser díscolos y poseer pasiones semejantes
al resto de los mortales; sin embargo, esto no debería ser un impedimento para
traerlos a Cristo. Él bendice a los niños que tienen las mismas luchas que él tuvo.
Muchas veces nos equivocamos al instruir a los niños. Los padres, en lugar
de afanarse por su salvación, con frecuencia son indulgentes con el egoísmo y
otras características desmoralizadoras, y al dejar que la corriente los lleve, los
hijos crecen con temperamentos perversos y caracteres desprovisto de amor. Los
progenitores no aceptan la responsabilidad que el Señor les ha confiado para
educar y capacitar a sus retoños para la gloria de Dios. El proceder de sus hijos los
lleva a tal nivel de insatisfacción y desánimo que se descorazonan al comprobar
que las faltas de ellos son el resultado de su propia negligencia.
Si los padres hubieran sentido que nunca fueron liberados de la responsabilidad
de educar y disciplinar a sus hijos para Dios, y si hubiesen hecho su obra con fe,
cooperando con él, y hubieran actuado y orado en forma sincera, habrían tenido
éxito en conducir a sus hijos al Salvador. Que antes del nacimiento de sus vástagos
los padres y las madres se consagren por entero—espíritu, alma y cuerpo—a
Dios.—
The Signs of the Times, 9 de abril de 1896
.
[140]
139