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Las oraciones por ayuda divina reciben respuesta, 9 de mayo
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por
el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
Deuteronomio 6:6, 7
.
Padres y madres, ¡cómo me gustaría encontrar las palabras apropiadas para
describir la gran responsabilidad que pesa sobre ustedes! Por su carácter dan a
conocer a sus hijos que los están educando para servir a Dios o al yo. Mediante las
plegarias más sinceras soliciten al cielo la ayuda del Espíritu Santo para que sus
corazones sean santificados, su conducta honre a Dios y puedan ganar a sus hijos
para Cristo. Debería impresionar a los padres con un sentido de la solemnidad y
santidad acerca del ministerio que se les ha confiado, para que sean conscientes
de que por sus palabras y acciones descuidadas pueden conducir a sus hijos por
mal camino.
Los padres necesitan la protección de Dios y de su Palabra. Si no prestan
atención a los consejos de las Sagradas Escrituras, y si no buscan en ella la orien-
tación para vivir, los hijos crecerán desprovistos de la ayuda que necesitan, y, en
consecuencia, se descaminarán por la senda de la incredulidad y la desobediencia.
Cristo experimentó el trabajo arduo y el renunciamiento propio, y después murió
una muerte de ignominia para darnos ejemplo acerca del espíritu que debe inspirar
y guiar a sus seguidores. En la medida en que los padres traten de vivir en el seno
del hogar una vida semejante a la de Jesús, las influencias celestiales se extenderán
al resto de la familia.
Cada hogar cristiano, mañana y tarde debería honrar la hora del sacrificio de
la alabanza y la oración. Durante el culto matutino y vespertino las oraciones
fervientes deberían ascender a Dios pidiendo su bendición y orientación. ¿Será que
el Dios del cielo pasará por esas familias sin dejarles su bendición? Por cierto que
no. Los ángeles escuchan las plegarias expresadas con fe y llevan las peticiones a
Jesús, que está ministrando en el santuario celestial para abogar en nuestro favor.
La oración sincera se apodera de la omnipotencia que nos concede la victoria.
Sobre las rodillas el cristiano obtiene la fortaleza para resistir la tentación.—
The
Review and Herald, 1 de febrero de 1912
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