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Despeja las tinieblas, 23 de mayo
Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha
nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad
las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.
Isaías 60:1, 2
.
La iglesia fue escogida como medio por el cual ha de brillar la divina luz
en medio de las tinieblas morales de este mundo, y para que los rayos del Sol
de Justicia iluminen los corazones de los hombres. Debe realizarse una obra
individual en favor de las personas y de las familias, ya que esto es parte de
la tarea que se le ha confiado a los que trabajan en la viña moral de Dios. La
mansedumbre, la paciencia, la clemencia y el amor de Cristo deben darse a conocer
en los hogares del mundo. La iglesia tiene que levantarse con el fin de resplandecer.
Radiantes con el Espíritu y con el poder de la verdad, sus feligreses han de avanzar
sobre el mundo que está en tinieblas para compartir con la gente la luz de la
gloria de Dios. El ha dotado a la mente del hombre con facultades nobles para
que las utilice en su honor. La obra misionera necesita que estos poderes sean
dedicados al servicio activo. El ejercicio inteligente y el desarrollo de estos dones
de Dios tienen que verse en sus siervos, quienes diariamente deberán crecer en el
conocimiento de Cristo.
El que habló como nadie lo ha hecho, y que vistió el manto de la humanidad,
continúa siendo el mayor de los Maestros. En la búsqueda de los perdidos, si
seguimos sus pisadas, los ángeles nos acompañarán; y en virtud de la ilumina-
ción del Espíritu de Dios, obtendremos un conocimiento mayor y medios más
adecuados para realizar la obra que se nos confió...
Quienes deberían haber sido luz para el mundo se han desprendido de ella,
conformándose apenas con unos rayos tenues. ¿Qué es la luz? Es la piedad, la
bondad, la verdad, la gracia y el amor. Estas virtudes constituyen la revelación
de la verdad, y se manifestarán en el carácter y en la vida. El evangelio depende
de la piedad personal de los creyentes que desean contar con un poder dinámico
provisto por Dios como resultado de la muerte de su Hijo amado, para que cada
feligrés sea totalmente preparado para toda buena obra. Cada hijo suyo debe ser
una luz que brilla con intensidad, para que otros también puedan alabar al que nos
llamó de las tinieblas a su luz admirable.—
The Review and Herald, 24 de marzo
de 1891
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