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Separados del espíritu, 31 de mayo
El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo
todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo,
santifíquese todavía.
Apocalipsis 22:11
.
Cuando culmine la proclamación del mensaje del tercer ángel, la misericordia
divina no intercederá más por los habitantes culpables de la tierra. El pueblo de
Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido “la lluvia tardía”, el “refrigerio de
la presencia del Señor” (
Hechos 3:19
), y estará preparado para la hora de prueba
que le espera. Los ángeles se apresuran, van y vienen de acá para allá en el cielo.
Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su obra está terminada; el mundo ha
sido sometido a la prueba final, y todos los que han resultado fieles a los preceptos
divinos han recibido “el sello del Dios vivo”
Apocalipsis 7:2
.
Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus ma-
nos y con gran voz dirá “Hecho es”, y todas las huestes de los ángeles depositarán
sus coronas mientras él anuncia en tono solemne:“¡El que es injusto, sea injusto
aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo”.
Apocalipsis
22:11 (VM)
. Cada caso ha sido fallado para vida o para muerte. Cristo ha hecho
propiciación por su pueblo y borrado sus pecados. El número de sus súbditos está
completo; “el reino, y el señorío y la majestad de los reinos debajo de todo el
cielo” (
Daniel 7:27
), van a ser dados a los herederos de la salvación, y Jesús va a
reinar como Rey de reyes y Señor de señores.
Cuando él abandone el santuario, las tinieblas envolverán a los habitantes de
la tierra. Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor a la vista
del Dios santo. Nada refrena ya a los malos y Satanás domina por completo a
los impenitentes empedernidos. La paciencia de Dios ha concluido. El mundo ha
rechazado su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. Los impíos
han dejado concluir su tiempo de gracia; el Espíritu de Dios, al que se opusieron
obstinadamente, acabó por apartarse de ellos.—
El gran conflicto, 671, 672
.
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