Colaboradores de Dios, 7 de junio
Porque somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios,
edificio de Dios.
1 Corintios 3:9
.
El Espíritu Santo debe llegar a ser el agente viviente que convence de pecado.
Es el divino mediador que da a conocer los beneficios del sacrificio realizado en
la cruz. En la medida en que la verdad entra en contacto con la persona, Cristo la
conquista para sí mismo a fin de iniciar en ella la obra de transformar su naturaleza.
El está listo para fortalecer nuestras flaquezas, para enseñarnos y conducirnos, e
inspirarnos ideas de origen divino.
En la obra de rescatar a los perdidos cuán poco es lo que los hombres pueden
realizar. Sin embargo, cuánto podrían hacer si estuviesen investidos del Espíritu
Santo. Como el maestro humano no puede saber lo que hay en el corazón de
sus oyentes, Jesús concede su gracia en respuesta a cada necesidad del creyente.
Conoce las posibilidades de cada uno, sus puntos débiles y también los fuertes. El
Señor está obrando en el corazón humano. Para la persona que escucha las palabras
de un ministro, éstas pueden tener sabor de muerte para muerte y alejarlo de Cristo;
pero si éste es consagrado, espiritual, despojado del yo y pone su fortaleza en
Jesús, puede ser un sabor de vida para vida en favor de los que ya están bajo el
poder convincente del Espíritu Santo, y en cuyos corazones el Señor está abriendo
el camino para el mensaje que ha sido confiado a los agentes humanos. De este
modo, los incrédulos son sensibilizados para responder al mensaje.
“Porque somos colaboradores de Dios”.
1 Corintios 3:9
. La convicción implan-
tada en el corazón y la iluminación del entendimiento, cuyo efecto es producido
por la Palabra, obran en perfecta armonía. Cuando la verdad penetra en la mente,
imparte el poder que despierta las facultades que están dormidas; y al actuar el
Espíritu Santo en el corazón, coopera con la obra de Dios, que es realizada con la
participación de sus instrumentos humanos.
Una y otra vez se me ha mostrado que en estos últimos días el pueblo de Dios
no puede estar seguro si confía en el hombre y se apoya en la fragilidad humana.
La poderosa verdad cortante ha sacado a sus hijos del mundo como piedras rústicas
que deben ser labradas, escuadradas y pulidas a fin de acondicionarlas para el
edificio divino. Con los reproches, las advertencias y las amonestaciones de los
profetas, cada uno debe ser modelado a fin de ser transformado a semejanza
del modelo divino. En esto consiste la obra específica del Consolador. Modelar
el corazón y el carácter para que el creyente pueda andar en los caminos del
Señor.—
The Home Missionary, 1 de noviembre de 1893
.
[170]
170