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Cooperar con el poder divino, 6 de junio
Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,
y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra.
Hechos 1:8
.
En el plan de rescatar al hombre de las garras del enemigo, Dios determinó
no dejar nada por hacer. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo fue
dado al creyente con el propósito de apoyar a todos los que decidan cooperar con
él en la obra de reorientar y transformar el carácter del hombre. El Espíritu Santo
también participa en esta tarea. El Salvador dijo: “Y cuando él venga, convencerá
al mundo de pecado, de justicia y de juicio”.
Juan 16:8
. El Espíritu Santo es quien
convence de culpa y también el que santifica.
Siendo que nadie puede arrepentirse de sus pecados a menos que esté conven-
cido de ellos, es indispensable que en nuestro ministerio de rescatar a los perdidos
permanezcamos unidos al Espíritu. Será en vano el ejercicio de todas nuestras
habilidades humanas si no trabajamos mancomunadamente con las inteligencias
divinas. Es por la falta de conocimiento acerca de la verdad vitalizadora, y de las
corruptoras influencias del error, como el hombre llega a caer tan profundo en la
degradación pecaminosa. Los ángeles y los creyentes deben trabajar en armonía
al enseñar la verdad de Dios a los que aún la desconocen, para que puedan ser
liberados de las ataduras del pecado. La verdad es la única fuerza capaz de hacer
esta obra. La liberación, que es fruto del conocimiento de la verdad, debe ser
proclamada a toda criatura.
Jesucristo, Dios mismo y los ángeles del cielo están interesados en este mi-
nisterio grande y sagrado. A los siervos del Omnipotente se les ha concedido
el exaltado privilegio de manifestar el carácter divino mediante el compromiso
desinteresado en el esfuerzo por rescatar a los pecadores del abismo de la ruina
a la cual han sido arrastrados. Cada ser humano que desea someterse será ilumi-
nado por el Espíritu Santo para poder participar en la realización del proyecto
divinamente concebido. Cristo es la cabeza de su iglesia y ella lo glorificará en la
medida de que cada uno de sus integrantes participe en la operación de rescatar a
los perdidos.
Es por esto que los colaboradores humanos necesitan darle más lugar a la obra
del Espíritu Santo a fin de poder trabajar más unidos, y así avanzar con la fortaleza
que hay en un cuerpo unido de soldados. Todos tenemos que recordar que “hemos
llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”.
1 Corintios
4:9
.—
(Australasian) Union Conference Record, 1 de abril de 1898
.
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